En otra ocasión se exploró la idea de función como oposición a causa-efecto, entendiendo que principalmente el concepto de “función” se refiere a la relación entre variables o eventos. A su vez, se expandió la idea de la relación entre eventos como una relación causal para recuperar la noción de causalidad en el conductismo, sin embargo esta causalidad recuperada debe formularse en oposición a causa-efecto, y por lo tanto abogar una no-linealidad.
Este punto es muy importante, porque múltiples veces se critica la noción de causalidad siempre desde una noción unidireccional, lo cual es correcto al ser la más popular, pero no hay que olvidar que existen otras versiones que van en contra de la linealidad (DeLanda 2021; 2024).
Las tres versiones de la causalidad no-lineal son:
Causalidad recíproca: un cuerpo tiene la capacidad de afectar y también de ser afectado. Es decir, así como la conducta opera sobre el ambiente, ésta se ve afectada por las consecuencias de haber afectado al ambiente.
Causalidad probabilística: una causa no necesariamente lleva a la ocurrencia de un efecto. Por ejemplo, ante un estímulo no siempre la misma persona evoca la misma conducta, como ocurre en una desensibilización a ruidos fuertes exponiéndose repetidas veces con gradualidad.
Causalidad catalítica: una causa de baja intensidad puede provocar un efecto de alta intensidad y viceversa. Por ejemplo, algunas personas dentro del espectro autista tienen hipersensibilidad, esta consiste en que bajas intensidades de estimulación pueden provocar la aparición de estrategias de evitación, ya que dicho estímulo de baja intensidad es suficientemente percibido como aversivo. Véase el trabajo de Vlaeminck et al. (2020) sobre el umbral de respuesta en autismo.
Con estas tres herramientas conceptuales podemos hacerle pelea a la fórmula de causa-efecto: la misma causa, el mismo efecto, siempre. Pero, ¿realmente es así? ¿Se evitaría todo tipo de linealidades?
Histéresis: a new concept has just dropped
Ahora bien, antes de proseguir con el debate, debo explicar de qué se trata la histéresis. No confundir con histeria, por favor.
Históricamente, la histéresis como concepto surge con las investigaciones llevadas a cabo por Sir James Alfred Ewing, quien en 1890 decide utilizar esta palabra griega, cuyo significado es deficiencia o retraso, al investigar sobre la magnetización de metales inducida por corrientes eléctricas. Esto puede parecer aburrido, pero les juro que se pone interesante. Lo que observó Ewing en su humilde laboratorio es que revertir la polaridad del campo magnético no era instantáneo, es decir, tardaba en volver a su punto inicial. Basada en esta observación, Ewing supuso que las partículas individuales retenían una ‘memoria’ del campo eléctrico y se resistía a los intentos de reversibilidad (Petraitis, 2013).
Ewing muy emocionado de su descubrimiento escribe lo siguiente:
“Al probar los cambios en la calidad termoeléctrica que experimentaba un alambre estirado al ser sucesivamente cargado y descargado, de modo que se le aplicara y retirara tensión alternativamente, observé que durante el incremento y la disminución de la carga, valores iguales de carga se asociaban con valores muy diferentes de calidad termoeléctrica. La diferencia principal de este carácter: los cambios en la calidad termoeléctrica se retrasaban con respecto a los cambios de tensión. Sin embargo, este retraso es un fenómeno estático, ya que no se ve afectado sensiblemente por la velocidad con la que se cambia la carga; y además, cuando cualquier estado de carga se mantiene constante, la calidad termoeléctrica no cambia con el paso del tiempo… Los fenómenos magnéticos presentan muchos casos de una acción similar, algunos de los cuales serán descritos a continuación. Así, cuando una pieza de hierro magnetizada se somete alternativamente a tracción y relajación de la tracción lo suficiente como para hacer cíclicos los cambios magnéticos, estos se retrasan en relación con los cambios de tensión de forma similar a los cambios en la calidad termoeléctrica. Encontré conveniente dar un nombre a esta peculiar acción y, en consecuencia, la llamé histéresis (del griego ὑστερέω, “retrasarse”)” (Ewing y Thomson, 1885, p. 524)
Si te salteaste el muro de texto de arriba, te ofrezco una definición más corta de histéresis que nos ofrece la RAE:
“Fenómeno por el que el estado de un material depende de su historia previa y que se manifiesta por el retraso del efecto sobre la causa que lo produce.” (RAE, s.f.)
A simple vista este concepto parece nada relevante ni pertinente para el campo psicológico. Entonces, ¿Por qué ahora estamos hablando de histéresis? ¿Cómo llegamos a darle importancia a un concepto tan de nicho y aislado de la psicología?
La actualidad de la histéresis
Todo surge cuando Cramer et. al (2016) estaban investigando sobre el trastorno de depresión mayor, ellos observaron que las variables que iniciaron el trastorno, una vez eliminadas, no causaba ningún cambio en la red o sistema. Es decir, lo que una vez causó la aparición de una red patológica, ahora el sistema se sostiene por otros factores. En palabras técnicas, el sistema de depresión mayor bifurca hacia un estado estable diferente, una vez en este estado nuevo, el sistema tiende a persistir hasta que el estímulo externo se reduzca a un nivel mucho más bajo que el que fue desencadenado el estado depresivo (Cramer et al., 2016).
El análisis de redes ha demostrado un poder explicativo para múltiples fenómenos psicológicos: trastorno estrés post-traumático (McNally, 2017), trastorno límite de personalidad (von Klipstein et al., 2021), trastorno de espectro autista (Bathelt et al., 2021), personalidad (Lunansky et al., 2020), trastorno de bipolaridad (Curtiss et al., 2019), conducta suicida (de Beurs et al., 2021), abuso de sustancias (Epskamp et al., 2022), entre otros más.
En el mítico artículo de Denny Borsboom (2017), propone cinco principios dentro del marco teórico de redes causales complejas (RCC), siendo el último de ellos particularmente enfocado en el concepto de histéresis:
“Principio 5. Histéresis: Los trastornos mentales surgen debido a la presencia de histéresis en redes de síntomas fuertemente conectadas, lo que implica que los síntomas continúan activándose entre sí, incluso después de que la causa desencadenante del trastorno haya desaparecido” (Borsboom, 2017, pág. 9).
Muchos de los autores de RCC no pertenecen a la clínica, pero perfectamente esto que ellos han destacado como concepto clave es lo que en TCC hemos nombrado como factores iniciales (etiología) y factores de mantenimiento. Recordemos que los factores iniciales son aquellos factores que contribuyeron al desarrollo del trastorno y los factores de mantenimiento son aquellos responsables de que el problema persista (Hofmann, 2015). A partir del quinto principio que escribe Borsboom, tiene sentido el hecho que aún si el plan de intervención consiste en enfocarse sobre esos factores que iniciaron el trastorno, no habrá ningún cambio ni en el largo plazo (Borsboom, 2017). La división entre los factores iniciales y de mantenimiento, basada en la histéresis, demuestra que es problemático suponer que esta segmentación o separación de tipos de factores es meramente artificial o analítica. El fenómeno de la histéresis propone una idea nueva: no todo segmento conductual es artificial; la historia del aprendizaje no es lineal.
Recapitulemos algunos conceptos para entender qué quiere decir “conectividad”. Dentro de un grafo existen nodos y aristas que conectan entre nodos[1], en Redes Causales Complejas (RCC) los nodos son concebidos como conductas y las aristas son las relaciones causales directas entre las conductas. La conectividad representa la intensidad de esa arista, entendiendo lo intensivo de las relaciones entre conductas como la probabilidad de que a partir de una primera conducta, se evoque una segunda (Borsboom, 2017). Es decir, la secuencia entre las conductas sucesivas es contingente, no necesaria, depende del repertorio del individuo y el ambiente concreto en el que se sitúa. De hecho, se podría decir que las redes patológicas, que los autores suelen mostrar como ejemplos, se tratan de un repertorio homogéneo con poca variabilidad de disposiciones que tiene un individuo para responder ante un evento determinado.
La retroalimentación positiva[2] en bucle, en el contexto de los sistemas dinámicos, puede entenderse desde una perspectiva conductista como un proceso en el cual el reforzamiento de conductas específicas da lugar a una secuencia de ciclos continuos (Cramer y Borsboom, 2015). En estos ciclos, las conductas repetidas dentro de una red se refuerzan mutuamente a través de las consecuencias que una conducta deja tras de sí, generando un efecto acumulativo/amplificador de reforzamiento entre ellas. En otras palabras, la retroalimentación positiva en bucle da a lugar a la propiedad autoorganizante de un sistema estable (Borsboom y Cramer, 2013).
A continuación intentaré dar un ejemplo de retroalimentación en bucle. Supongamos que tenemos una red donde a partir de un estímulo del campo externo (Para más información de este concepto, véase este artículo) se emite la conducta-1, luego de ésta le sigue la secuencia de conducta-2 > conducta-3 > conducta-4 > conducta-5. También imaginemos que se crea una relación funcional en bucle entre las conductas, es decir, que luego de la conducta-5 le sigue la conducta-2, repitiéndose cíclicamente la secuencia. Por supuesto, esto es un ejemplo simplificado, la relación funcional en una red puede ser más heterogénea. La conducta-2 puede estar relacionada con conducta-3 y conducta-4, al mismo tiempo que la conducta-4 está relacionada con la conducta-2 y conducta-5. Lo interesante de este ejemplo de la auto-organización del sistema es que en el momento que desaparece el estímulo que provocó inicialmente esta cadena de conductas, el sistema sigue manteniéndose y, por ende, resistiéndose al cambio.
Un ejemplo menos abstracto puede ser la secuencia cíclica que se suele observar en los trastornos de ansiedad, ya que al notar la activación fisiológica evocan un patrón cognitivo, como la rumiación, que tiene como consecuencia el aumento de la intensidad de la emoción misma (Friman et al., 1998)

Isager (2023) critica el quinto principio de Borsboom por no reflejar adecuadamente el papel de la retroalimentación positiva en bucle en el mantenimiento de los trastornos mentales. Argumenta que la definición ofrecida por Borsboom subestima la interacción causal entre los elementos y carece de una formalización teórica que vincule la histéresis con la retroalimentación en bucle. Según Isager, la histéresis ocurre cuando existe retroalimentación positiva en bucle, sustentada en relaciones causales directas entre conductas y una alta conectividad en dichas interacciones.
Habiendo desglosado esta breve explicación, veamos cómo redefinió el quinto principio:
“Principio 5. Histéresis: La histéresis es la capacidad de un síntoma, dentro de una red de síntomas, de mostrar activación auto-reforzante. Un síntoma presenta histéresis si la activación previa de ese síntoma es suficiente para causar su activación futura, independientemente de la influencia de factores externos. Existen dos condiciones necesarias para que ocurra histéresis: retroalimentación causal y retroalimentación auto-reforzante [self-reinforcing, aunque yo prefiero llamarlo auto-organizante]” (Isager, 2023, pp. 9-10).
Por un lado, la definición que propone este autor está centrada en el fenómeno de auto-organización a través de la retroalimentación positiva en bucle, una propiedad importante a tener en cuenta, ya que supone la auto-sustentabilidad del sistema y la fuerte conectividad entre las conductas. Sin embargo, la definición de Borsboom me parece que evita que se conceptualice la histéresis como sinónimo de auto-organización o retroalimentación en bucle. Al menos, me da la impresión que Borsboom contempla ambos conceptos como distintos y a la vez relacionados.
Por otro lado, Isager considera a la histéresis como capacidad de un elemento (“la capacidad de un síntoma, dentro de una red de síntomas”), mientras que Borsboom lo nombra como un acontecimiento que se da en un sistema (“los trastornos mentales surgen debido a la presencia de histéresis en redes de síntomas”). Si suponemos que la auto-organización como una propiedad emergente, entonces no puede ser la propiedad de un síntoma o elemento de un sistema, más bien es la propiedad del conjunto. Por lo que sería incorrecta esa parte de la definición, siendo la de Borsboom más acertada teóricamente.
Por último, al haber tanto enfoque en la retroalimentación que se olvida ese aspecto marginal de la histéresis: la independencia de los factores externos. En cambio, Borsboom hace un equilibrio entre nombrar la conectividad a través de la retroalimentación y la separación del sistema de aquellos factores iniciales. La independencia que deriva de la histéresis me parece un punto muy importante, porque implica la fragmentación de la cadena causal. En otras palabras, se trata de la disminución de la influencia que tienen ciertos factores sobre el sistema, abriendo paso a que nuevas variables tomen un rol funcional en la red de síntomas.
Cabe resaltar que esto técnicamente no es tan nuevo en la literatura conductista, Steven Hayes junto con Kelly Wilson señalaban lo siguiente:
“El entorno varía con la conducta tanto como la conducta depende del entorno, pero esto no quiere decir que las causas conductuales sean equivalentes a las causas del entorno. Las causas del entorno pueden en un principio dar a lugar directamente a la predicción e influencia sobre el fenómeno psicológico de interés. Las causas conductuales (o cognitivas, o emocional) no pueden” (1995, p. 242).
Lo que entiendo de esta cita es que existe una distinción relevante entre lo que ocurre con la conducta y lo que sucede en el ambiente. Aunque ambas están relacionadas, no son equivalentes. Me hace acordar a un meme que decía: “no saben que los entornos modifican comportamientos”. Sin embargo, esta idea es simplista, ya que si los factores ambientales controlaran necesariamente la conducta, estaríamos afirmando que las causas ambientales y las causas conductuales son equivalentes.

La asimetría entre ambos conceptos reconoce tanto la bidireccionalidad entre conducta y ambiente como su relativa autonomía. Es decir, se propone una interdependencia: el ambiente influye en la conducta, y la conducta puede modificar el ambiente, pero ninguno puede reducirse completamente al otro. Esto es diferente de una co-dependencia, donde existe una equivalencia o simetría total entre ambas categorías causales. La propiedad auto-organizante proporciona una identidad autónoma que persiste con cierta independencia entre los factores ambientales que la provocaron inicialmente y aquellos que actualmente influencian sobre la red de conductas.
Para ejemplificar, podemos pensar en el caso de un estudiante que inicialmente desarrolla ansiedad social debido a burlas constantes en su entorno escolar (factor ambiental). Estas experiencias podrían generar una red de síntomas en la que la evitación social, el nerviosismo ante interacciones grupales y el pensamiento recurrente de ser juzgado se refuercen mutuamente (retroalimentación en la red de síntomas). Sin embargo, una vez que este estudiante cambia de escuela y ya no está expuesto a las burlas (los factores iniciales), los síntomas persisten. La red ahora se sostiene por otros factores, como recuerdos de las experiencias pasadas (procesos cognitivos) y patrones de conducta auto-reforzados, como la evitación.
Las Redes Causales Complejas (RCC) abordan la relación entre conductas y cómo estas se refuerzan funcionalmente, se asemeja a lo que el conductismo denomina ‘relación conducta-conducta’. Esto implica que el análisis funcional considera cómo los antecedentes privados pueden provocar la aparición de una conducta, la cual luego deviene un consecuente igualmente privado. Sin embargo, es importante tener en cuenta la crítica de Hayes y Brownstein (1986), quienes señalaron que limitarse a este tipo de análisis resulta incompleto, para completar este análisis se debe incluir también los factores ambientales. Por esto mismo, considero personalmente que la relación directa entre conductas en una red debe incluir también las consecuencias públicas que éstas dejan en el contexto, que pasan a ser los antecedentes para las próximas conductas, las cuales aumentan la probabilidad de ocurrencia de ciertas conductas sobre otras.
Recapitulando, al principio hablamos de una hipótesis conceptual sobre la histéresis como fenómeno que explica la separación que siempre TCC ha hecho entre los factores iniciales y los factores de mantenimiento. Ahora bien, dado que la histéresis es un fenómeno comprobado empíricamente (Cramer et al., 2016), exploraremos qué otras concepciones de nuestra disciplina podrían problematizarse.
Punteos conceptuales e históricos
Un concepto importante, pero de poca apariencia filosófica, es la flecha del tiempo. Esta flecha indica la dirección de la sucesión temporal de los eventos que avanzan desde el pasado hasta el futuro. La termodinámica clásica, a través de la segunda ley, conceptualiza la flecha del tiempo como la tendencia de un sistema que avanza hacia un estado en equilibrio, donde el pasado representa poca entropía y el futuro mayor entropía (Wallace, 2013).
Sin embargo, Ilya Prigogine en 1960 revolucionaría la termodinámica a través del descubrimiento de estructuras disipativas, o sea, sistemas abiertos que están en constante interacción con el ambiente, manteniéndose lejos de alcanzar un estado en equilibrio (Prigogine y Nicolis, 1985). A diferencia de la termodinámica clásica y el darwinismo que concebían los resultados históricos como el alcance del equilibrio térmico o el diseño más óptimo e inteligente, la termodinámica fuera del equilibrio sugiere que los estados alcanzados son contingentes, es decir, podrían haber sido otros (DeLanda, 2017). Además, no existe un único estado en equilibrio, sino múltiples posibles estados estables, conocido como multiestabilidad.
Si algún día se atreven a explorar la literatura de Redes Causales Complejas, quizás se encuentren con que los autores utilizan la idea de biestabilidad, o sea, un estado-sano y un estado-patológico (Freund et al., 2022; van der Maas, 2024). Para muchas personas que están por fuera de esta jerga, les va a parecer extraño creer que existe tal cosa como “estado no-depresivo” y “estado depresivo”, casi como si se estuviera esencializando a la depresión, en donde existe un supuesto atractor-depresión y un atractor-salud (Cramer et al., 2016). Adele M. Hayes y Leigh A. Andrews (2020) explican que este modelo de dos atractores se trata de una simplificación, donde se habla de un estado desadaptativo y un estado adaptativo.
Esta simplificación surge inicialmente de Marten Scheffer (2001) quien investigaba sobre las bifurcaciones de los lagos como sistemas complejos, un lago claro a partir de un cierto umbral transiciona en un lago turbio. Esta línea de investigación inspiró a que se traduzca en términos psicopatológicos como [lago claro = sano] y [lago turbio = patológico] (Scheffer et al., 2024). Cabe aclarar que esto no quiere decir que Scheffer no haya tenido en cuenta la multiestabilidad de un lago (Scheffer et al., 2001), su investigación no abarcó el suficiente tiempo para contemplar/observar más de dos estados significativamente estables. Dígase, no teorizó por fuera de lo observado.

En mi opinión, las simplificaciones como las metáforas que son utilizadas por una comunidad verbal, cuanto más se sostienen y más se esparcen, se vuelven más literales. Esto puede llegar a ser un peligro, porque los fenómenos concretos-literales son las bases de dónde empezamos a especular y explorar. Si sostenemos metáforas y simplificaciones, eventualmente llegarán las limitaciones y los malentendidos.
Habiendo dicho esto, es importante tener en cuenta que existen múltiples estados estables posibles, por más que no se hayan observado en una investigación. Esta inferencia es correcta porque el hecho de que haya histéresis en el sistema es un indicador de que posiblemente haya otros estados posibles en el espacio de posibilidades.
Como señala Petraitis:
“Demostrar que un sistema exhibe histéresis es una buena evidencia de la presencia de múltiples estados estables, el inverso no necesariamente es cierto. La ausencia de histéresis no descarta la posibilidad de múltiples estados estables” (2013, p. 150).
Así que no se asusten si ven que los autores parecen decir con literalidad que existe un atractor-sano y un atractor-patológico, es más complejo que eso. Sólo que dicha jerga surge de una simplificación proveniente de una disciplina más acentuada (y mejor financiada) como la ecología.
En resumen, la histéresis es un fenómeno demostrado empíricamente (Cramer et al., 2016), este describe la auto-organización del sistema como propiedad emergente, la cual deriva de la relación causal directa entre los nodos formando un bucle (Borsboom y Cramer, 2013). Esto último le permite persistir en el tiempo con independencia de aquellos factores iniciales que desarrollaron el sistema, dando lugar a que nuevas variables tomen un rol funcional manteniendo a la red (Borsboom, 2017).
Cuasi-causalidad e histéresis
[Advertencia: de acá en más, hay pura especulación teórica. No hago responsable a ningún autor, sólo a mí y mis relaciones derivadas. Muchas gracias].
Sigue viva la pregunta inicial: ¿Por qué este concepto es importante para nuestra disciplina? Agregar la histéresis al análisis explicativo del comportamiento es complicado, porque no podemos asumir una relación causal de éste hacia el sistema. La histéresis no pertenece a la “serie de consecuencias [donde] los elementos que la conforman efectivamente guardan una relación (operante o respondiente)” (Froxán Parga, 2020, p. 38). En otras palabras, la histéresis no pertenece a la relación operante o a la secuencia del condicionamiento clásico.
Al principio de este de este artículo hicimos un recordatorio de las relaciones causales no-lineales que producen eventos, sin embargo, existen también las relaciones cuasi-causales. Como señala DeLanda (2024), “[las] relaciones cuasi-causales […] complementan a las relaciones causales en la determinación de un proceso determinado” (p. 150). Lo que quiere decir que si bien no podemos atribuirle causalidad a la histéresis desde el rol que cumple sobre la trayectoria histórica del sistema, tampoco podemos ignorarlo totalmente debido a su importancia conceptual (Ejemplo: Cramer et al., 2016). Por esta razón, me gustaría recuperar el concepto marginal de Gilles Deleuze de cuasi-causa, la cual DeLanda (2024) ha reconstruido en su sistema filosófico.
La cuasi-causa se trata de un concepto especulativo, es decir, se basa en postulaciones teóricas que se sostiene de cierta evidencia empírica (para más información, véase DeLanda, 2024, capítulo 2). DeLanda, en su reconstrucción, propone pensar a la cuasi-causa como un operador que no se define por su capacidad de crear, sino de afectar. Según este autor, la cuasi-causa está compuesta de dos tareas específicas, dos dinámicas que componen su capacidad pura de afectar:
“La primera tarea del operador cuasi-causal consiste en otorgar un mínimo de actualización a las multiplicidades virtuales mediante la prolongación de sus singularidades en series de eventos ideales, estableciendo relaciones de convergencia y divergencia entre ellas.” (DeLanda, 2024, p. 141)
No quiero centrarme mucho en qué es lo virtual. Sólo diré que es un concepto central en la ontología de Henri Bergson -un filósofo quien, según Stephen Pepper (1942), pertenece al contextualismo. Por lo que próximamente intentaré vincular este concepto de virtualidad para resolver problemáticas de nuestra disciplina respecto a lo latente.
Les comparto esta mini introducción y resumen:
“Lo virtual no se opone a lo real, sino a lo actual. Lo virtual es completamente real en tanto que es virtual. […] De hecho, lo virtual debe definirse como una parte estricta del objeto real, como si el objeto tuviera una parte de sí mismo en lo virtual, en el cual está inmerso como en una dimensión objetiva. […] La realidad de lo virtual consiste en los elementos diferenciales y las relaciones, junto con los puntos singulares que les corresponden. La realidad de lo virtual es la estructura. Debemos evitar atribuir a los elementos y relaciones que forman una estructura una actualidad que no poseen, y negarles una realidad que sí tienen” (Deleuze, 1994, citado en DeLanda, 2011, p. 390).
En relación a la primera tarea del operador cuasi-causal y los múltiples estados posibles de un sistema, una de sus tareas consiste en actualizar aquellos estados de equilibrio que no son actuales, pero que no dejan de ser reales. Hacer actual lo que es virtual. Es decir, por más que Scheffer (2001) en su investigación de las transiciones de fase de los lagos como sistemas dinámicos encontró sólo dos estados de equilibrio, un lago-claro y un lago-turbio, esto no implica que haya únicamente dos estados en el espacio de posibilidades de un lago. Esto cobra más sentido cuando se sabe que la histéresis es un indicador de que posiblemente haya una multiplicidad de estados estables posibles a los que puede transicionar el sistema (Petraitis, 2013). Se podría decir que la histéresis elucida la transición de estado a otro como punto alternativo de equilibrio, aunque sin llegar totalmente a esa estabilidad, lo que le permite al sistema abierto seguir explorando otros estados posibles (Prigogine y Nicolis, 1985).
Si la flecha del tiempo representa la dirección de un sistema que se dirige hacia un estado en equilibrio, en un sistema de multiestabilidad, dado que hay múltiples estados estables posibles, la transición a un nuevo punto de equilibrio es también la emergencia de una nueva flecha del tiempo, porque se trata de un nuevo punto de equilibrio al que se dirige el sistema. Por esto mismo, DeLanda afirma que “la dirección de la flecha del tiempo emergería como una ruptura de esta simetría solo cuando lo virtual se actualiza” (2024, p. 147). Lo que implicaría una discontinuidad temporal en el flujo aparentemente lineal del organismo interactuando con el ambiente. Esta primera tarea del operador cuasi-causal se conoce técnicamente como pre-actualización.
La segunda tarea del operador cuasi-causal consiste en “extraer eventos virtuales de procesos intensivos […] [la contra-actualización opera] en la dirección opuesta, partiendo de lo intensivo [actual] hacia lo virtual” (pp. 154-156). En otras palabras, si la pre-actualización se trata de que lo virtual se vuelva actual, la contra-actualización consiste en que aquello actual pase a ser virtual. La pre-actualización y contra-actualización tienen que ser pensadas como dinámicas complementarias de la cuasi-causa como operador.
El sistema deja el estado-sano, o lago-claro, para devenir en estado-patológico, o lago-turbio (van der Maas, 2024). Sin embargo, la transición no implica eliminar la existencia real de su anterior estado. La histéresis, cuyo fenómeno es caracterizado por su transición de estado y la resiliencia al cambio, no quiere decir que sea permanente, ya que vulnerando la conectividad de los elementos, el sistema puede volver a su estado anterior (Borsboom, 2017), en otras palabras, una remisión sintomática.
Esta transición de fase o estado se conoce como bifurcación (para más detalle, ver este artículo). De hecho Scheffer (2009) descubrió que existen indicadores que señalan la posibilidad de que el estado cambie cualitativamente. Este indicador lo denominó como Early-Warning Signals, lo que yo brutamente traduzco como señales anticipadas de alerta. Aunque, con lo expuesto anteriormente, lo podemos llamar como indicador de actualización del sistema. Si un estado-sano es vulnerado, al transicionar de estado se vuelve patológico (Borsboom, 2017), aunque notando los indicadores de actualización, se podría prevenir la sintomatología o su recaída (Hofmann et al., 2016; Scheffer et al., 2018). Por el contrario, la remisión sintomática es cuando el sistema de estado-patológico pasa al estado-sano (Schreuder et al., 2020). En otras palabras, la actualización a un estado-patológico no implica la desaparición real del estado-sano y la actualización a un estado-patológico no significa que el estado-sano dejó de existir en sus posibilidades de cambio cualitativo.
A modo de síntesis de este concepto, ofrezco la siguiente cita:
“La cuasi-causa debe ser capaz de extraer la estructura de los espacios de posibilidades asociados con entidades actuales, y de esta manera conferir a las multiplicidades una cierta autonomía de sus causas corporales” (DeLanda, 2024, p. 148).
La histéresis es la extracción de un nuevo estado cualitativo en donde el sistema dirigiéndose al equilibrio sostiene una autonomía, en términos de propiedad auto-organizante, a través de relaciones causales directas entre los síntomas/elementos. Lo que convierte a la histéresis en un concepto autónomo, por lo tanto no-sinónimo de retroalimentación positiva en bucle o propiedad auto-organizante, aunque sí acompaña dichos procesos causales-actuales.
¿Qué me importa la histéresis?
A pesar de todo este desglose teórico, sigue persistiendo la pregunta inicial: ¿Por qué este concepto es importante para nuestra disciplina? ¿Por qué complementaría el análisis conductual? Estoy muy seguro que María Xesús Froxán Praga no le gustaría para nada este concepto, esto se puede intuir por lo siguiente:
“El análisis funcional, por sí mismo, provee una explicación completa para el comportamiento que se está analizando. Cualquier modelo que intente complementar el análisis funcional, añadiendo explicaciones a otros niveles de análisis o constructos de un nivel inferencial más elevado, no solo no contribuye a la clarificación del comportamiento, sino que la dificulta” (2020, p. 52).
Según esta autora, el análisis funcional ya está completo, sólo se compone de condicionamiento operante y condicionamiento clásico, cualquier agregado a esta serie de consecuencias sería un exceso. Sin embargo, recordemos que “[las] relaciones cuasi-causales […] complementan a las relaciones causales en la determinación de un proceso determinado” (DeLanda, 2024, p. 150). Entidades como atractores, histéresis, bifurcaciones o transiciones de fase sólo pertenecen a las relaciones cuasi-causales, efectivamente no pertenecen a la relación causal no lineal, por lo tanto funcional, del condicionamiento operante y clásico. A pesar que Froxán Praga es materialista, no creo que estaría de acuerdo con el materialismo de DeLanda, quien es realista de la virtualidad, por ende de las entidades anteriormente mencionadas.
Las causalidades no lineales que resumimos al principio son una forma de oponerse a la fórmula de causa-efecto, pero existe todavía una linealidad que hay que combatir. Esa es la línea del tiempo; la flecha del tiempo y el flujo continuo de la conducta. Anteriormente se introdujo la flecha del tiempo en términos termodinámicos y su enriquecimiento a través de los aportes de Ilya Prigogine. En base a esta última idea, me gustaría compartir un pie de página (sí, pie de página):
“La forma en que Deleuze aborda la cuestión de la necesidad, por ejemplo, es a través de dividir la cadena causal: por un lado, los procesos de individuación son definidos como secuencias de causas (cada efecto será la causa de otro efecto) mientras las singularidades [o atractores] devienen efectos incorpóreos puros de esas series de causas; por el otro lado, los efectos puros son vistos como poseedores de una capacidad cuasi-causal de afectar los procesos causales. Al dividir la causalidad de esta manera, Deleuze logra separar el determinismo que enlaza las causas con las causas de la necesidad estricta” (DeLanda, 2024, p. 60, énfasis propio).
Insisto en esto, Redes Causales Complejas añade a nuestra disciplina entidades que no son frecuentes en el análisis, por ejemplo, atractores, conocidas también como singularidades, y las bifurcaciones (Hofmann et al., 2016). El hecho de que la histéresis consista en la persistencia en un respectivo estado con independencia de los factores iniciales que la provocaron, este fenómeno es similar a una fragmentación en la cadena causal. Más específicamente, una disminución en la intensidad de influencia de ciertos factores que al inicio eran funcionales al sistema, pero sucede que nuevas variables reemplazan el rol anterior y forman parte del mantenimiento del sistema, configurando así un nuevo estado cualitativo (Cramer y Borsboom, 2015). En pocas palabras, por más que desaparezca el desencadenante, el sistema sigue en pie (Cramer et al., 2016), lo cual tiene que ver con la irreversibilidad que aboga Prigogine respecto del tiempo (Prigogine y Nicolis, 1985). De hecho, Liu et al. (2022) señalan que “si la retroalimentación en un circuito es lo suficientemente fuerte, entonces el sistema puede exhibir irreversibilidad. Tal sistema puede permanecer en el estado alterado indefinidamente después de que se elimine el estímulo desencadenante” (p. 35).
Para no dejar confusiones sobre el término irreversibilidad, comparto la siguiente cita:
“El término ‘reversibilidad del tiempo’ no tiene nada que ver con la idea de que el tiempo fluya hacia atrás, como si el flujo del tiempo pudiera ir del futuro al pasado. Se refiere más bien a las propiedades temporales de series o secuencias de eventos. Si una secuencia se puede invertir de tal manera que el ultimo evento de la serie es ahora el primero, y si el resultado final de la secuencia de eventos no cambia, el tiempo en el que ocurren los eventos es considerado reversible” (DeLanda, 2024, p. 116).
En pocas palabras, si el orden de los factores no altera el producto, es reversible. En cambio, si el orden de los factores altera el producto, es irreversible.
La histéresis, como concepto autónomo, es un operador cuasi-causal que interviene sobre las relaciones causales del sistema, el organismo interactuando con un ambiente determinado. De tal manera que divide la cadena causal afectando el rol de las variables significativas, al transicionar de un estado a otro, se ven modificados los factores que intervienen funcionalmente en el sistema. Asimismo, se configura una irreversibilidad, ya que se necesita de intervenir sobre factores diferentes y de manera distinta para que el sistema vuelva a su estado anterior.
Quizás esté errado, pero me parece que la histéresis es un fenómeno distinto, aunque no distante, de la retroalimentación positiva en bucle. Dígase, la retroalimentación positiva en bucle consiste en la manera que los elementos de un sistema interactúan entre ellos amplificando el reforzamiento debido al circuito repetitivo, en otras palabras, pertenece a las relaciones causales. En la retroalimentación en bucle se ejerce la causalidad recíproca y probabilística, una conducta afecta a otra conducta y a la vez eventualmente es afectada en su probabilidad de que ocurra nuevamente en el futuro.
En cambio, no hay nada que podríamos decir que afecta a la histéresis, nada lo afecta, pero ésta sí afecta. La capacidad de afectar por parte de la histéresis es la de fragmentar la relación entre las variables y el organismo. Por esto mismo, DeLanda menciona que “existe otra entidad virtual que se caracteriza por una pura capacidad de afectar. Esta es la ‘cuasi-causa’ sobre la que especula Deleuze” (p. 107). La pura capacidad de afectar representa ser un mecanismo que afecta, pero que no es afectado.
En conclusión, la histéresis representa la dependencia a su historia y la independencia a los desencadenantes, el estado actual de un sistema es influenciado por factores que en su estado anterior no son los mismos. Los factores actuales se mantienen a partir de un circuito en bucle que se refuerza a través de una relación operante, por lo tanto causal y actual. Estos dos conceptos dan a lugar a que haya una resistencia al cambio, pero a la vez un cambio abrupto en su trayectoria histórica en donde la flecha del tiempo tendía hacia un estado en equilibrio y ahora pertenece a uno distinto.
La flecha del tiempo en el segmento conductual
Este análisis sobre la flecha del tiempo puede ser interesante, porque muchas veces en el análisis funcional se menciona que todo segmento conductual es artificial, es decir, toda vez que hacemos un recorte depende del objetivo analítico del profesional.
Skinner (1953) afirmaba lo siguiente:
“Hemos visto que cualquier unidad de conducta operante es, hasta cierto punto, artificial. La conducta es la actividad continua y coherente de un organismo integro. Aunque pueda analizarse por partes, con fines teóricos o prácticos, debemos reconocer su naturaleza continua para poder resolver ciertos problemas comunes” (p. 120).

Incluso los interconductistas explícitamente mantienen la flecha del tiempo como lineal. Quizás sea una lectura errónea mía, pero es lo que entiendo al leer lo siguiente:
“La vida conductual de un organismo es absolutamente continua en tanto que el individuo esté vivo; no hay un solo momento en el que el organismo no esté interactuando con cosas. Los fenómenos psicológicos deben compararse a un flujo continuo en lugar de un conjunto de púas a lo largo de un alambre. Pero este hecho lleva a los psicólogos a un serio problema, pues el rigor de la descripción científica siempre demanda el aislamiento de una clara unidad de un hecho observacional.
Para cumplir con esta demanda, nos auxiliamos de la concepción de un segmento conductual. Si pensamos en la actividad continua de un organismo como una línea, entonces podemos fraccionarla en partes o segmentos. Cada uno de los segmentos representa una de las más simples unidades analizables de un evento interaccional que consiste en un solo estímulo y su respuesta respectiva” (Kantor y Smith, 1975, p. 34, énfasis propio).
Estoy de acuerdo en que el organismo no deja de interactuar dado que es un sistema abierto, sin embargo sí hay una discontinuidad en aquellos factores que son funcionales al organismo. Esta discontinuidad puede ser representada por la histéresis (van der Maas, 2024) como una transición de fase o cambio cualitativo abrupto que rompe con la continuidad de factores que inicialmente eran funcionales, pero dejaron de serlo, lo que en su lugar nuevos factores toman un rol funcional en el mantenimiento de la conducta habitual del organismo.
Si bien es verdad que desconozco totalmente cómo los interconductistas conceptualizan la flecha del tiempo, aspecto explícito en el segmento conductual, pero supongo que se relaciona con la continuidad absoluta del organismo, donde cualquier fragmentación es hecha por el investigador. En mi caso, considero que la flecha del tiempo es la tendencia de un sistema a un estado en equilibrio, aunque se debe enriquecer este concepto integrando los hallazgos de la termodinámica fuera del equilibrio para contemplar que un sistema abierto, como los organismos vivos, poseen múltiples estados estables posibles (Prigogine y Nicolis, 1985).
Por lo que no hay una continuidad absoluta en tanto necesaria y obligatoria, más bien es discontinua y contingente, puede ocurrir en ciertos momentos y el estado al que transiciona es también contingente (van der Maas, 2024). Dividir la cadena causal para romper con el determinismo de necesidad estricta. El fenómeno de la histéresis señala una fragmentación o segmento que es independiente de los objetivos analíticos del profesional. Es decir, si el investigador llegase a incluir los factores iniciales como factores de mantenimiento (Hofmann, 2015), al momento de intervenir sobre ellos observará que no hay ningún cambio.
Los segmentos conductuales en su mayoría son artificiales, hechos en base al interés del investigador, sin embargo, la trayectoria histórica del organismo en su interacción con el ambiente puede mostrar un cambio abrupto en donde nuevos factores formen parte del estado estable de un organismo. La histéresis demuestra que existen segmentos conductuales naturales en oposición a los artificiales, logrando la apertura a un entendimiento de la historia del aprendizaje como no-lineal y discontinua.
Conclusión
Redes Causales Complejas (RCC) es un nuevo modelo de investigación de la psicopatología, el cual no sólo ofrece un análisis desde la teoría de grafos, sino también a través de la teoría de las catástrofes de los sistemas dinámicos (van der Maas, 2024).
Como señala Borsboom (2017), la histéresis es un concepto clave que debe ser diferenciado de sus otros aportes. Sin embargo, y a pesar de su relevancia, no posee gran formulación teórica (Isager, 2023). Esto podría opacar su potencial en la problematización de concepciones bien establecidas en psicología, como la supuesta naturaleza continua de la conducta.
No toda segmentación es natural, sino que la histéresis proporciona una perspectiva no lineal de la historia del aprendizaje; demostrando así que existen tanto segmentos conductuales artificiales como naturales.
El poder desvincularse de variables históricamente relevantes, sugiere una fragmentación que existe por fuera de la segmentación artificial establecida pro cualquier profesional. Lo que podríamos decir que RCC es realista del fenómeno histéresis, el siguiente paso sería identificar cuál es el rol de la histéresis en términos psicológicos, si es un mecanismo causal, si es una conducta u otra cosa. Personalmente, creo que es un mecanismo cuasi-causal, es decir, está por fuera de las relaciones causales y está inscripta en la virtualidad por su capacidad pura de afectar; extrayendo lo actual de lo virtual y volviendo lo actual a virtual, además de perdurar en el tiempo (DeLanda, 2024).
La historia de la conducta no es necesariamente continua ni lineal, sino más bien contingente y no lineal, dada por rupturas críticas pertenecientes a los sistemas dinámicos. Un cambio cualitativo del sistema implica al mismo tiempo una modificación en aquellas variables que le son funcionales.
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[1] Los autores nombran a los nodos de una red como síntomas, pero yo los nombro como “conductas”, ya que Hofmann et al. (2016) sugieren que hay que neutralizar los nodos, su propuesta es llamarlos “elementos”. Sin embargo, debido a que Hofmann et al. (2020) nombran esta propuesta como la nueva forma de análisis funcional, personalmente reemplazo “elemento” por otro concepto neutral como “conducta”. A lo largo de este proyecto me verán hacer estos vínculos teóricos.
[2] Que una relación entre nodos sea positiva o negativa se refiere al efecto que causa, ya sea aumentar la probabilidad reforzándolo o disminuir la probabilidad castigándolo (de Beurs et al., 2021).