En esta ocasión, me gustaría compartirles una idea que vengo masticando hace un tiempo y creo que podría ser de utilidad para darle coherencia a muchas cosas que decimos respecto del comportamiento. La mejor manera que se me ocurre de iniciar con esta idea es preguntándoles: ¿De qué manera existen todas esas conductas aprendidas que ahora mismo no estás ejecutando? Es decir, en este momento estás leyendo, pero no estás corriendo ni mucho menos cocinando, entre otras conductas que pertenecen a tu historia de aprendizaje. Acaso, ¿estas conductas no ejercidas perdieron realidad? ¿O existen, pero de otra manera?
La pregunta anterior es un tanto extraña, quizás hasta mal formulada. Permítanme dar un poco de contexto: en la Edad Media se reconocía que existen dos tipos de proposiciones verdaderas: necesariamente verdadera y contingentemente verdadera. Podría decirse que existen dos modos en que una proposición es verdadera (o falsa), lo que también podría denominarse como modalidad: existen modos en que algo es verdadero (o falso) en tanto éste sea necesario, contingente, e incluso imposible (Lombardi et al., 2022).
Ahora bien, otro concepto relevante para entender el término de modalidad es la distinción entre posibilidad y actualidad. La posibilidad es aquello que podría ocurrir o no, y la actualidad es lo que efectivamente está ocurriendo ahora mismo. Todo aquello que es posible puede ser realizado o no; no todo lo que es posible es actualizado.
Posibilismo y actualismo
Autores como Pierre Abélard y Mario Bunge distinguieron dos posturas respecto a la posibilidad: por un lado, de dicto modalidad (o de dicto posibilita) es la aplicación a elementos lingüísticos como proposiciones estudiadas por la lógica y, por otro lado, de re modalidad (o de re posibilita) aplicado a elementos ónticos como propiedades y objetos, por ende estos elementos pertenecen al área de la ontología (Lombardi, 2025).
Para entender con más sutileza la importancia de esta última distinción en psicología, veamos el siguiente fragmento:
“Imaginen una lista de conductas posibles escrita en una hoja al encontrar una puerta cerrada. Esa lista es nuestro repertorio conductual. La lista está ordenada jerárquicamente, arriba en la lista está la conducta más probable, por nuestra historia de aprendizaje, en el caso de la puerta cerrada, el meter la llave, girarla y darla vuelta al picaporte al mismo tiempo. Esa conducta ha sido moldeada y reforzada millones de veces. Así que está bien arriba en la lista de conductas posibles” (Boggiano y Gagliesi, 2018, p. 232. Énfasis propio).
¿Es esta lista de conductas posibles real o nada más es un conjunto de proposiciones regidas bajo la lógica? Si dijeron que sí es real, felicitaciones: ustedes son posibilistas. En el caso contrario, quienes creen que se trata de un simple ejercicio lógico, felicidades: son actualistas.
El actualismo se trata de la corriente filosófica que afirma que todo lo que existe es actual. Esta postura niega que haya otra forma de existir excepto la actual: ser es existir, y existir es ser actual. En cambio, el posibilismo afirma que existen elementos ónticos que pueden no ser actuales. Existen posibilidades que pueden actualizarse, así como otras que no se actualizan, pero ambas siguen siendo tan reales como lo que es actual (Lombardi et al., 2022).
Para los actualistas, los conceptos de actualidad y posibilidad son co-extensivos: no existen posibilidades que nunca ocurran, es imposible que hayan posibilidades que no se actualicen. Por ende, lo posible es reductible a la actualidad. Por su parte, para los posibilistas la actualidad es una sub-clase de la posibilidad: existen posibilidades que pueden nunca ser actuales, entonces la posibilidad es irreductible a la actualidad. Por ende, la posibilidad posee autonomía categorial respecto del dominio de lo actual (Lombardi, 2025).
Volviendo a la “lista de conductas” (o, en términos técnicos, el repertorio conductual), aquellas personas que son actualistas podrían decir que esa lista es real en la medida que representa las anotaciones de un psicólogo al observar y/o escuchar al consultante. Esto último considérenlo análogo a la idea de que los unicornios son reales al existir como entidades ficticias en libros de fantasía, o sea, existen y son reales en la medida que son un producto verbal.
Mientras tanto, los posibilistas dirían que ese repertorio conductual, ese espacio de conductas posibles, es real, incluso independientemente de lo que se nombre verbalmente. En otras palabras, las conductas posibles existen con independencia de lo que pensemos acerca de la existencia de éstas. Un ejemplo similar a esta idea es la manera en que un interruptor de luz opera con independencia de mi conocimiento acerca de cómo funciona la electricidad.
Críticas al posibilismo
Ahora bien, por si pareciera que el posibilismo tiene muchas chances de ganar este debate, llega el filósofo analítico Willard Van Orman Quine con una observación precisa y a la vez satírica:
Por poner un ejemplo, el posible gordo en la puerta; y de nuevo, el posible calvo en la puerta. ¿Son el mismo hombre posible, o dos hombres posibles? ¿Cómo lo decidimos? ¿Cuántos hombres posibles hay en esa puerta? ¿Hay más posibles delgados que gordos? ¿Cuántos son iguales? ¿O el hecho de que sean iguales los convierte en uno? […] O, por último, ¿es el concepto de identidad simplemente inaplicable a los posibles no actualizados? Pero, ¿qué sentido tiene hablar de entidades de las que no se puede decir con sentido que sean idénticas a sí mismas y distintas entre sí? (Quine, 1953, p. 2).
A partir de Quine, la llamada metafísica modal pasa a ser más bien lógica modal, una serie de enunciados y contraejemplos, u oraciones contrafactuales. En otras palabras, lo modal para estos filósofos pertenece al lenguaje, más no al mundo real.
Otra crítica es concebir las posibilidades como reales: usualmente cuando uno hace un análisis modal y está comprometido en que esos elementos ónticos son reales, poseen realidad, esto implicaría a la vez un compromiso con la existencia de las esencias (DeLanda, 2024, p. 61). Esto debido a que las esencias desde Aristóteles se las ha identificado como claras y distintas, lo que conocemos hoy como axiomas y teoremas, una posición identificada con el pensamiento tipológico o bajo un método nomológico deductivo. En otras palabras, la lista completa de conductas posibles pre-existen, incluso antes de que el organismo interactúe con esa puerta cerrada del ejemplo anterior. Esta visión supondría que la posibilidad es un reflejo exacto de la actualidad. Las esencias son claras, porque pueden identificarse a través de la racionalidad, y son distintas, ya que se diferencian de otras esencias. Este último razonamiento es donde cae al suponer que existen conductas posibles, por tanto no-actuales, que pueden ser identificadas con total claridad. En resumen, esto puede caer en un esencialismo, porque las presuponen como existentes y fijas, incluso las conductas posibles existen antes de la interacción con el ambiente, o —en el caso del ejemplo anterior— con la puerta.
De hecho, una de las mejores propuestas del actualismo se trata del realismo de restricciones, esto es, variables actuales que restringen el espacio de posibilidades. A saber, las restricciones son aquellas variables que imposibilitan ciertos eventos a que ocurran y, a la vez, habilitan que ciertos eventos aparezcan en un contexto dado (Romero, 2021). Un ejemplo dentro de la psicología son los operadores motivacionales: si una paloma se le restringe la posibilidad de alimentarse, ésta tendrá efectivamente hambre. Por lo tanto, en un contexto de experimentación, esto le permite al investigador que la comida, como estímulo, tenga muchas probabilidades de actuar como un reforzador en su programa de aprendizaje.
Bajo esta nueva tesis, el espacio de posibilidades es estructurado por las restricciones, es decir, lo que es posible es derivado de las variables actuales que imposibilitan lo que podría ocurrir. Esto implica que lo relevante en un análisis modal son las restricciones y no las posibilidades.
En palabras de Carlos Romero (2021):
“Las constricciones son como el gen de un organismo que nunca se desarrolla y por ello nunca llega a exhibir la estructura codificada. Mejor dicho, sólo exhibe una sola estructura: la actualizada.
Lo que afirmo es que el objetivismo modal solo requiere restricciones: la receta, el algoritmo, el plano de construcción, el gen. Sin embargo, una vez que tenemos la estructura, afirmo, las posibilidades mismas —y, por ello, el espacio que literalmente contiene posibilidades— son redundantes en la ontología” (p. 196).
Esta cita indica que las posibilidades son reductibles a las restricciones, ya que las restricciones al ser actuales son plausibles de ser analizadas y al mismo tiempo las posibilidades son derivadas de éstas. Las posibilidades son redundantes ante el análisis de las restricciones actuales.
Críticas al actualismo
Una de las críticas que se le podría hacer a esta postura actualista es a través del concepto de puras posibilidades (Gilead, 2020). Las potencialidades, o las posibilidades dentro de un espacio restringido, existen ontológicamente con dependencia de las variables que son actuales. Mientras que las puras posibilidades existen con independencia de las variables actualizadas. Esta postura se conoce como Panenmentalismo:
“El panenmentalismo permite que nuestro conocimiento tenga un acceso a priori limitado al dominio de las posibilidades puras, mientras que el acceso de nuestro conocimiento a la realidad empírica, actual, es a posteriori y debe basarse únicamente en la experiencia” (Gilead, 2020, p. 115).
Esta postura sugiere que la actualidad es el resultado o producto de las actualizaciones de las puras posibilidades. Cada actualidad posee una posibilidad pura particular que actúa como su identidad. Es el conocimiento de esa identidad de la pura posibilidad lo que nos permite identificar su actualidad correspondiente. Las actualidades, como puras posibilidades actualizadas, son posibilidades que ya no son por lo tanto puras, dejan de ser puras en el momento que están sujetas a las restricciones que pertenecen al dominio de la actualidad.
En otras palabras, las puras posibilidades son aquellas posibilidades que nunca han ocurrido, aparentan cierta imposibilidad, pero tienen la chance de ser actualizadas independientemente de las restricciones actuales. Por esta razón, el autor afirma que “como actualidad, cada posibilidad ya no es pura y, por lo tanto, está restringida por condiciones espacio-temporales y causales, de las cuales toda posibilidad pura—como identidad—está exenta” (Gilead, 2020, p. 115).
Curiosamente, existen múltiples casos en la ciencia donde ciertas entidades se encontraban solamente en los papeles, pero nunca habían sido observadas hasta después de mucho tiempo. Este podría ser el caso de la química combinatoria, una rama de la química que nace tras el descubrimiento de un número de secuencias teóricamente posibles en familias de péptidos formadas por veinte aminoácidos naturales. En su momento llamadas como “bibliotecas de péptidos”[1].
Otro caso es el de los gases nobles. De hecho, durante muchos años se supuso que estos eran inertes, por ende imposibles de que pudieran interactuar con otros elementos. Sin embargo, a fines del siglo XIX, Bartlett descubre el primer compuesto de gas noble[2]. Esto hizo que aquello que era imposible sea posible.
En conclusión, las puras posibilidades (1) existen con independencia de nuestras concepciones, por lo que no son simplemente conceptos, (2) son accesibles a priori y (3) existen con independencia de las condiciones actuales, por lo tanto de las restricciones en la actualidad.
Hasta ahora, la postura del panenmentalismo parece ser prometedora, ya que podría salvar la existencia y relevancia del espacio de posibilidades. A saber, es cierto que las restricciones actuales restringen el espacio de posibilidades, cayendo en la conclusión de que el estudio de lo posible se vuelve redundante al ser reductible al estudio de las restricciones. Sin embargo, así como existen las restricciones actuales, también existen restricciones posibles. Es decir, condiciones no actualizadas que posibilitan nuevas posibilidades que no se encuentran en las restricciones actuales, por ende posibilidades existentes con independencia de la actualidad.
Honestamente, considero problemática una de las tres características que fundamentan las puras posibilidades: la accesibilidad a priori. Esto debido a que no existe una distinción tajante entre una hipótesis acerca de la pura posibilidad y la pura posibilidad en sí accedida de manera a priori. El acceso a priori de la pura posibilidad se confirma en el momento que la pura posibilidad se actualiza, cuando lo imposible se vuelve posible.
En otras palabras, el filósofo panenmentalista celebra el acceso a priori de la pura posibilidad en el momento que el experimentador descubre de manera a posteriori lo que se hipotetizó en el pasado como posibilidad teórica. En otras palabras, la confirmación del supuesto acceso a priori es fruto de la labor experimentador, cuyo acceso al conocimiento es a posteriori.
Esto lejos de ser una crítica contundente a cualquier variante de una postura no-actualista, es un intento de evitar caer en el esencialismo. Invito a ser cautelosos al suponer que ciertas capacidades, tendencias o propiedades posibles de un sistema están dormidas o esperando a ser descubiertas (Gilead, 2020, p. 127). Esto es, suponer el dominio de la pura posibilidad desde la pasividad y, por lo tanto, como una instancia fija y estática de la realidad. Por esta razón, me gustaría retomar el concepto reconstruido por DeLanda (2024) llamado virtualidad.
El problema de ser actualista en psicología
Antes de continuar con el despliegue de qué es la virtualidad, me gustaría comentar mi opinión de por qué es un error ser actualista como psicólogo.
El actualismo afirma que todo lo que existe es actual. Cuando uno habla de repertorio conductual, en términos de conductas posibles, “lo posible” se convierte en una categoría errónea, ya que desde el actualismo todas las conductas aprendidas son actuales. Pero, si todas las conductas del repertorio son actuales, ¿a partir de qué categoría se podría distinguir entre la conducta que ejerzo ahora mismo de aquellas conductas aprendí, pero no estoy emitiendo? La distinción categorial que reemplaza la noción de lo posible, siendo actualista, es la accesibilidad: distinguir entre la conducta que se manifiesta y aquellas que quedan ocultas o latentes.
Cabe aclarar que si bien en filosofía la latencia está más ligada a la idea de posibilidad. Sin embargo, en psicología, las variables latentes se tratan de aquellas variables ocultas que influyen sobre las variables observables (Borsboom et al., 2003). Asimismo, en este caso, la latencia debe ser entendida como un modo de accesibilidad, en lugar de un modo de posibilidad.
En vista del argumento planteado hasta el momento, podría decirse que marcos teóricos como el psicoanálisis y el modelo médico son cercanas a la postura actualista. Las variables latentes influyen con total actualidad sobre las variables manifiestas, debido a que lo latente y lo manifiesto comparten la misma actualidad.
Respecto del psicoanálisis, una de las implicaciones de pensar lo latente en este marco teórico es su insistencia constante con la noción de profundidad. Para un conductista, esta palabra no tiene mucho sentido, ¿Cómo una conducta tiene capas superficiales y otras subterráneas? Esto debido a que el psicoanálisis se compromete con entidades que están ocultas, detrás del comportamiento observable, de ahí su metáfora más conocida: el iceberg. De esta manera, lo que se puede observar es lo superficial, y lo que está escondido es lo profundo. Pero, como hemos dicho anteriormente, esto implicaría que tanto lo manifiesto como lo oculto son en realidad entidades totalmente actuales, su distinción no está en el modo de posibilidad, sino su modo de accesibilidad. Debido a esta forma de concebir el comportamiento por parte del psicoanálisis, podría ser plausible considerarla como una tesis actualista, en lugar de posibilista. Todo lo que existe del individuo ya está dado, la tarea del psicólogo está en develar lo que está oculto. En otras palabras, hacer manifiesto lo latente.
Aunque, es interesante que el psicoanálisis plantee que las estructuras (o el deseo reprimido) sean entidades latentes, pero invarientes. La invariabilidad podría ser pensada como inactualizable, es decir, no es posible de que ocurra un cambio. Son actuales, pero inactualizable (inmodificable). Estrictamente sólo en el psicoanálisis podría pensarse en dos distinciones respecto de actualización, esto es, una entidad actualizada y otra actualizable. Las estructuras son actualizaciones, no estaban allí antes de la constitución del sujeto, pero una vez actuales son inactualizables.
Ahora bien, en el caso médico, por ejemplo, un tumor —concebido como una variable latente que explica muchos comportamientos observables— es actualizable: Sin embargo, lo que posibilita que un tumor sea extirpado, como variable latente, primero debe ser “accesibilizado” u observado. Es decir, aunque siempre haya sido actual, el problema radica en que no era observable para los profesionales. Al ser actual, la variable latente ocupa un lugar en el cuerpo del paciente, por lo tanto es localizable. En otras palabras, en medicina, una entidad latente puede ser modificada en la medida en que sea observable: su actualización depende de su acceso empírico. Una latente reside en algún lugar (localizable) con la posibilidad de ser observada (accesible) para luego ser modificada (o actualizable).
Habiendo dicho esto último, uno de los problemas que conlleva comprometerse con la existencia de variables latentes en psicología es que incita a la creación de constructos hipotéticos. Incluso hasta constructos que supuestamente se encuentran en algún lugar del organismo. Estos pueden ser constructos como la memoria de corto y largo plazo, las cuales son variables que hipotéticamente se encuentran dentro de la memoria que a su vez reside en el tálamo. Una mamushka de variables latentes. Esto provoca que la psicología esté más motivada en crear variables ocultas-localizables, prescindiendo así de aquello que es actual y observable. Es más, muchos de los modelos cognitivos, como la explicación sobre la ansiedad según Beck y Clark (1997), suponen un circuito de múltiples elementos fijos y actuales que interactúan bajo un orden específico.
Las variables observables, por tanto actuales, y que son posibles a ser actualizables son conocidas, en el conductismo, como variables intervinientes (Burgos, 2007; MacCorquodale y Meehl, 1948). Las variables intervinientes son aquellas variables observables y modificables, que además pueden ajustarse a los objetivos del investigador como la predicción y la influencia (o control).
El conductismo no podría estar de acuerdo con el uso de lo latente, porque significa suponer que existen variables actuales que pueden no ser observadas e incentivan al investigador a creer que existe algo oculto que está localizado en algún sitio específico. Por lo tanto, el conductismo, ignorando su postura instrumentalista, está obligado a optar por el posibilismo: existen las conductas actuales y las conductas no-actuales. Dentro de esta última categoría se encuentran tanto las conductas aprendidas-posibles como las conductas no-aprendidas, aunque igualmente posibles. Siendo entonces la actualidad como una sub-clase de la posibilidad.
Esta última afirmación, suponer que el conductismo está obligado a ser posibilista, cobra más coherencia al observar el uso retirado de los analistas funcionales del concepto de probabilidad, por ejemplo, en la definición de reforzamiento y castigo (Catania, 2013). La probabilidad puede ser concebida como una medida de la posibilidad. Aunque, no muchos autores creen que la probabilidad sea real.
Gustavo E. Romero (2008) sostiene esta última tesis, diferenciándose de autores como Ilya Prigogine:
“Prigogine intenta, así, introducir una indeterminación ontológica en el mundo que describe la mecánica clásica. Esto es erróneo. Las probabilidades, si son usadas para estudiar sistemas dinámicos, se derivan de las propiedades de las trayectorias accesibles al sistema. El sistema, en todo momento, se encuentra en una posición o en otra, con una cierta velocidad. El sistema no es una nube de probabilidades de estar en tal o cual posición con tal o cual velocidad. Las probabilidades representan las faltas de nuestro conocimiento del sistema, no la indeterminación del sistema mismo. Afirmar que un sistema dinámico tiene una probabilidad p(x, t) de encontrarse en un lugar x en el instante t es como afirmar que el habitante medio de América tiene 2.3 hijos” (p. 12).
Esto ocurre debido a que existen dos posturas respecto de la probabilidad, tal como lo documentó Ian Hacking (1975): Por un lado, la probabilidad, como de dicto modalidad, se trata de la medida del grado de evidencia que apoya cierta hipótesis. Por otro lado, la probabilidad, como de re modalidad, describe las regularidades indeterminadas exhibidas en la naturaleza (Lombardi et al., 2022).
De hecho, si recordamos el ejemplo del operador motivacional, mencioné que el hambre hace que sea más posible que la comida funcione como un reforzador, pero esto no es necesario de que ocurra. En otras palabras, en el análisis funcional, la probabilidad expresa una posibilidad real, pero no garantizada de actualización: el hambre puede aumentar la probabilidad de que la comida funcione como reforzador, aunque no la determina.
Para el conductismo, las restricciones no necesariamente hacen que se actualicen aquellos eventos que se suponen que deberían actualizarse, siempre hay un margen de indeterminación. Los analistas funcionales se comprometen con la indeterminación ontológica, más no suponen que la probabilidad se traduzca en información incompleta por parte del investigador. En caso de sostener una modalidad de dicto respecto de la probabilidad, esto supondría que para el analista funcional la realidad es mecanicista, por tanto lineal y unidireccional en la manera en que las entidades causan a otras provocando respectivos efectos. Nuevamente, el conductismo está obligado a ser posibilista, o al menos optar por una postura no-actualista.
En defensa de la virtualidad
Quizás conozcan a Stephen C. Pepper, el creador del libro nuclear que inspiró a Steven C. Hayes en su propuesta llamada ‘contextualismo funcional’ (Hayes et al., 1988). Dentro de este libro se exhibe una lista de diversos autores que son asociados a cada hipótesis del mundo. Formismo: Platón, Aristóteles. Mecanismo: Demócrito, Lucrecio, Galileo, Descartes, Hobbes, Locke, Berkeley, Hume, Reichenbach. Organicismo: Schelling, Hegel, Green, Bradley, Bosanquet, Royce. Por último, el que nos interesa, contextualismo: Pierce, James, Bergson, Dewey, Mead, Protágoras (Pepper, 1942).
Siguiendo con la línea de permanecer en el contextualismo, aunque sin la necesidad de discriminar si se trata de uno descriptivo o funcional (Hayes y Fryling, 2019), me gustaría enfocarme en un autor muy específico de esa lista: Henri Bergson.
Henri Bergson fue un filósofo francés interesado en las matemáticas, en el lenguaje y en la metafísica. Fue una inspiración para muchos filósofos, tanto analíticos como continentales. Lamentablemente, cometió el gravísimo error de discutir sobre el tiempo con nada más y nada menos que Albert Einstein. No hace falta aclarar cuál fue el resultado del debate, ya que luego de ese suceso, Bergson fue olvidado por mucho tiempo. No obstante, para fortuna de muchos, fue en el año 1966 que el autor francés revive como un filósofo relevante a partir de la publicación de “El Bergsonismo”, escrito por Gilles Deleuze.
Deleuze utiliza, entre otros conceptos bergsonianos, la virtualidad como manera de oponerse a la lógica modal clásica de actual-posible.
Ruíz Pozo (2025) explica lo siguiente:
“Lo posible es la génesis de pasado que constituye al momento actual, nunca, en términos ontológicos, la recombinación y cálculo absoluto de posibilidades desde el presente lógico del pensamiento” (p. 59).
Articulemos la posición de Deleuze respecto de la virtualidad empezando por la conclusión: Deleuze sostiene una postura de dicto modalidad respecto del concepto de “posibilidad”. En otras palabras, “lo posible” pertenece al dominio de la semántica, por lo tanto, de la lógica. Esto debido a que la noción de lo posible posee dos problemas: supone la semejanza y la limitación.
Por un lado, la semejanza remite a la idea de que lo posible anticipa lo que se actualiza. Posición que vimos previamente en el panenmentalismo (Gilead, 2020). Es decir, al mismo tiempo que la posibilidad anticipa la actualidad, la actualidad encarna la posibilidad. Esta postura se asemeja a lo que Deleuze llama “falso problema”, asumir que la realidad es un conjunto de presencias claras y distintas (lo que habíamos dicho sobre el esencialismo), por tanto el pensamiento es la extracción de esa colección de sentidos o representaciones (Ruíz Poco, 2025, pp. 37-38). De esta manera, el falso problema implica caer en un problema de representación, asumir que pensar es igual al ser, lo que podría considerarse como una postura correspondentista de la verdad.
En cambio, para Deleuze, un verdadero problema reconoce que la realidad y el pensamiento no están separados, aunque tampoco son iguales. El falso problema supone que el primero, la realidad, está aislado en lo noúmeno y el segundo, el pensamiento, está en una proyección fenoménica. Ambos se relacionan, aunque de diferente manera. Por ejemplo, no es lo mismo el proceso en que se crean distintas especies de árboles que la forma en que puedo imaginar distintos tipos de árboles. No necesariamente lo que vaya a verbalizar posee una referencia en el mundo.
Por otro lado, la limitación remite a considerar que existen posibilidades que no se actualizaron, asumiendo así un proceso de selección. En palabras simples, supone la existencia de mundos posibles. Pero, como vimos más arriba, esto es absurdo desde el punto de vista de Quine (DeLanda, 2024, p. 53). Para Deleuze, asumir que la realidad selecciona mundos posibles, ignora por completo procesos más bien de creación. Más adelante explicaré qué significa esto último.
Ahora bien, el hecho de que se afirme que existen mundos posibles en el que uno de ellos es el seleccionado para ser real, para Deleuze, implica que lo posible no es opuesto a lo actual, más bien es a lo real. Una posibilidad, ya sea hipotética o no, es realizada, más no actualizada.
Deleuze explica lo siguiente:
“[L]o ‘virtual’ se distingue de lo ‘posible’, al menos desde dos puntos de vista. Desde cierto punto de vista, en efecto, lo posible es lo contrario de lo real; pero, […] lo virtual se opone a lo actual. […] Lo posible no tiene realidad (aunque pueda tener actualidad); inversamente, lo virtual no es actual, pero posee como tal una realidad. […] Por otra parte, desde otro punto de vista, lo posible es lo que se ‘realiza’ (o no se realiza); […] el proceso de realización está sometido a dos reglas esenciales, la de semejanza y la de limitación. Pues se supone que lo real es a imagen de lo posible que realiza […]. Y como no todos los posibles se realizan, la realización implica una limitación por la cual se supone que ciertos posibles son rechazados […]. Lo virtual, por el contrario, no tiene que realizarse, sino actualizarse; y la actualización tiene por reglas […] la diferenciación o la divergencia, y la creación” (1966/2017, p. 93).
Tal como se expuso anteriormente, la posibilidad panenmentalista es concebida como una posibilidad que “había estado ‘siempre’ allí, ‘esperando’ a ser descubierta” (Gilead, 2020, p. 127). De esta manera, se considera que la posibilidad posee una identidad pre-existente y fija, determinando que la tarea del pensador o investigador, por definición, sea la de encontrarla (Smith, 2009, p. 36). Un mundo totalmente cerrado, ya creado, donde la creación es reducida al acto de revelación de lo que está oculto.
Cuando Deleuze habla sobre “diferenciación y creación” se refiere a la propiedad intensiva, concepto prestado de la termodinámica. Dentro de esta disciplina, existen dos tipos de propiedades: extensiva e intensiva.
Lo extensivo se refiere a aquellos valores que pueden dividirse -como el área, volumen o altura-. Por ejemplo, si parto a la mitad una hoja de 50×50 cm, tendré dos papelitos, uno de 25×50 cm y otro 50×25 cm. El área del primero era de 2500 cm² y posteriormente los dos papelitos quedaron en 1250 cm².
Sin embargo, lo que le interesa a Deleuze no es la propiedad extensiva, sino la intensiva. Esto debido a que en principio no puede dividirse, es decir, la temperatura del agua en una taza no se ve modificada si invierto el líquido en otra taza. A lo sumo, puede ocurrir cierto cambio en la temperatura al verterla en la otra taza, pero será a partir de promediarse con la temperatura de la nueva taza. Nuevamente, esto no es dividirse. La manera en que lo intensivo se “divide”, mejor dicho diferenciarse de su naturaleza, es sobrepasando puntos críticos. Por ejemplo, el agua cambia de estado a partir de aproximarse a valores como 100 o 0 grados, en el primero hierve y en el segundo se congela. De esta manera, no sólo hay un proceso de diferenciación, sino también de creación, porque el estado actual del agua es totalmente distinto del anterior (DeLanda, 2005).
Más específicamente, Deleuze considera que existe un proceso de doble aspecto: las relaciones intensivas pre-individuales (Différentiation) y la individuación (Différenciation). Respecto al primer concepto, la pre-individualización se refiere a las relaciones intensivas como las mencionadas previamente: al momento en que se sobrepasa cierto umbral crítico, ocurre algo nuevo en lo actual, se actualiza la virtualidad. Mientras que la individuación significa que la secuencia anterior al ser actualizada y, al mismo tiempo, poseer cierta estabilidad, esta adquiere una identidad.
En palabras de Deleuze:
“Mientras que la diferenciación (différentiation) determina el contenido virtual de la Idea como problema, la diferenciación (différenciation) expresa la actualización de lo virtual y la constitución de soluciones (por integraciones locales). […] El organismo no sería nada si no fuera la solución de un problema, y lo mismo vale para cada uno de sus órganos diferenciados, así el ojo resuelve un problema de luz” (Deleuze citado en Ruíz Pozo, 2025, p. 51).
Cabe mencionar que esta manera de hablar sobre el aspecto dual de la virtualidad puede ser un tanto confusa por varias razones, desde el deletreado hasta el cambio radical del vocabulario modal. Por esta razón, conservaré la manera en que DeLanda (2024) reconstruyó sobre estos conceptos, llamándolos, respectivamente, “pre-actualización” y “contra-actualización”.
Ahora bien, una manera de clarificar a qué se refiere con relaciones intensivas (pre-actualización) en el ámbito de la psicología, veamos esta secuencia: “consumo de sustancias → estar en quiebra → robarle a la hermana para comprar sustancias → problemas legales → consumo de sustancias” (Cramer y Borsboom, 2015, p. 11). En el momento que se actualizó la conducta de consumir sustancias, esta se volvió una restricción actual que habilita ciertas consecuencias a que ocurran, de esta manera la bancarrota se actualiza como una nueva restricción. A partir de quedar en quiebra, se habilita la actualización de la conducta de robar dinero y luego la de comprar sustancias, de esta manera una nueva restricción se actualiza: los problemas legales. Finalmente, vuelve a la conducta de consumir sustancias, quizás como evitación experiencial del contexto aversivo, y se crea así una secuencia actualizada e identificada (contra-actualización).
Nótese que cada vez que digo que X conducta/evento se actualiza implica que antes era virtual, de la misma manera que las variables actuales pasan a ser virtuales. Por ejemplo, deja de ser actual consumir sustancias en el momento que se actualiza la conducta de robar, lo mismo ocurre con la situación de estar en quiebra respecto de la actualización de los problemas legales.
Ahora bien, la contra-actualización se refiere justamente a esa secuencia ya establecida e identificada como un patrón comportamental específico y, a la vez, diferenciado de otros patrones comportamentales observados en la historia del individuo. Podría decirse que la pre-actualización se trata de secuencias actualizándose momento a momento, mientras que la contra-actualización es esa secuencia ya identificada.
Como explica Ruíz Pozo (2025):
“Los procesos intensivos pre-individuales, inspirados sobre todo en la obra de Simondon, son las condiciones mediante las que una identidad emerge o se transforma a partir de condiciones pre-individuales. […] La otra cara de la moneda se concreta en los resultados de la individuación. La individuación depende de la estructuración intensiva, es la conformación que permite distinguir entre especies, partes, individuos y concretar campos/espacios determinados de acción” (p. 50-51).
Esto se asemeja, más no se identifica, con el concepto de “restricciones dinámicas” (Romero, 2021, p. 199). Resulta plausible suponer que lo dinámico se encuentra en la manera en que las restricciones cumplen un papel habilitador de nuevas restricciones, las cuales, a su vez, condicionan nuevas actualizaciones. Las restricciones no sólo habilitan actualizaciones, sino que las propias actualizaciones generan nuevas restricciones, formando un bucle dinámico de reconfiguración continua entre lo actual y lo virtual (en contraposición a Romero, quien sostendría la dicotomía actual-posible).
Cabe mencionar dos cuestiones sobre las restricciones dinámicas: En primer lugar, Romero (Filomeno et al., 2024) explica que las restricciones dinámicas[3] dan a lugar una emergente fuerte, esto es, a la novedad dada a partir de las interacciones entre elementos. Las restricciones dinámicas “traen consigo la novedad ontológica que está en el centro de la idea de la emergencia” (p. 16). En segundo lugar, el acto de actualización, siendo actualista, es más bien de confirmación de una hipótesis, esto debido a que el espacio de posibilidades pertenece al dominio del lenguaje, más no a una instancia ontológica. A saber, dado que toda la realidad ya es actual, entonces no hay actualización en términos de modalidad real (de re posibilita).
Honestamente, me cuesta compatibilizar la idea de novedad con una tesis actualista, donde todo ya está dado en la actualidad. Si todo ya está dado, entonces no habría lugar para la innovación o la creación en un sentido ontológico, sino únicamente una innovación lógica o epistémica. Frente a esta postura, defiendo que la novedad puede ser tanto epistémica como ontológica: hay descubrimientos de regularidades que estaban presentes pero que nos eran desconocidas, aunque también existen descubrimientos de comportamientos que la naturaleza no había manifestado hasta cierto contexto de manipulación artificial. Un ejemplo paradigmático de esto último son los láseres: se trata de entidades que no existen con independencia de nuestras intervenciones técnicas sobre la materia. La naturaleza, en este caso, no habría producido tal fenómeno sin mediación tecnológica humana, lo cual abre la posibilidad de una novedad genuina, más allá de lo dado.
En palabras más amenas, mi objeción a las restricciones dinámicas desde una perspectiva actualista radica en lo siguiente: si se afirma que todo es actual, entonces la segunda restricción actualizada ya poseía actualidad desde antes. Esto implica que la aparente “nueva” restricción ya estaba limitando ciertas posibilidades con anterioridad.
Es más, tampoco considero que se haya realizado un desglose extenso del concepto de “restricción dinámica”, inicialmente introducido por Romero (2021). Esto es, no es lo mismo definir el carácter dinámico de una restricción por habilitar muchas posibilidades que considerar que una restricción es dinámica por habilitar restricciones que facilitan nuevas posibilidades. La primera es ambigua y la segunda apunta a procesos de actualización secuencial o consecutivos.
Por esta razón, para que las restricciones dinámicas adquieran un sentido ontológico es necesario concebir lo posible como algo existente e irreductible. Las posibilidades de la primera restricción pueden reducirse a lo actual, pero no así aquellas que la segunda restricción habilita para actualizarse. La posibilidad puede ser efectivamente reductible a la actualidad (Romero, 2021, p. 196), más no la virtualidad. Desde esta concepción, la virtualidad representa aquellas nuevas restricciones aún no actualizadas.
Es crucial complementar la propuesta de las restricciones dinámicas con una concepción de lo posible como existente. No obstante, el concepto de virtualidad plantea que toda suposición sobre lo posible es, en primera instancia, una hipótesis. Sin embargo, el hecho de que lo posible sea inicialmente una idea por confirmar no anula su estatuto ontológico irreductible, ya que, como se explicó anteriormente, de lo contrario no tendría sentido lo dinámico en las restricciones.
Ahora bien, habiendo hecho los comentarios extra sobre las restricciones dinámicas defendidas por un actualista (Romero 2021; Filomeno et al., 2024), podría decirse que la pre-actualización es la actualización continua de restricciones derivada de restricciones pasadas. Esta dinámica es semejante a lo que René Thom refiere con procesos morfogenéticos, y a lo que el conductismo llama análisis funcional, ya que éstos preceden a la forma adquirida por el conjunto. Por contraposición, la contra-actualización corresponde al momento en que una morfología previamente virtual o inestable adquiere cierta estabilidad, consolidándose como una identidad diferenciada respecto de otros conjuntos ya actualizados.
Recuerden que DeLanda (2024) sugiere llamar a estos dos conceptos como pre-actualización y contra-actualización (p. 154), respectivamente. Son libres de elegir entre “pre-individualización” y “pre-actualización”, así como optar por “individuación” o “contra-actualización”. Vaya con cuidado.
En resumen, la virtualidad comparte dos características fundamentales con las puras posibilidades: (1) se trata de posibilidades independientes de las restricciones actuales y (2) no dependen de lo que verbalicemos sobre ellas. Cualquier intento de determinar lo que podría estar contenido en la virtualidad se aproxima más a una hipótesis, y, por tanto, pertenece al dominio del lenguaje o del saber epistémico, pero no al dominio ontológico.
La virtualidad, en este sentido, no debe ser confundida con una reserva de contenidos prefigurados que esperan ser descubiertos, sino con un campo de co-determinación con la actualidad, aunque ambos conservando su autonomía categorial. Este concepto es estrictamente oscuro y distinto (DeLanda, 2024, p. 226), porque se reconoce que toda afirmación respecto de la no-actualidad es (1) una suposición o hipótesis y/o (2) un conjunto cuya secuencia causal de elementos ya fue actualizada, por ende identificada e individualizada.
Finalmente, a modo de apuntes, podría definirse que los movimientos complementarios de la virtualidad de la siguiente manera:
- Pre-actualización:
Toda secuencia de eventos consiste en un despliegue paulatino, que no pre-existe con anterioridad, sino que se actualiza a medida que aparezcan restricciones que habilitan nuevas posibilidades. - Contra-actualización:
Toda secuencia de eventos eventualmente se repite en algún punto anterior. Es decir, toda secuencia constituye un patrón reconocible que puede reiterarse con el tiempo, adquiriendo estabilidad e identidad autónoma que puede diferenciarse de otros patrones.
Implicaciones en ciertos conceptos psicológicos
Habiendo llegado hasta acá, primero que nada, gracias. Ahora lo que queda es intentar llevar estos argumentos altamente delirantes a varios conceptos psicológicos de uso cotidiano por profesionales.
Repertorio conductual
El repertorio conductual, las conductas posibles del individuo, es un concepto altamente enriquecedor. Tal como se demostró en el ejemplo anterior, se utiliza incluso para la clínica. Nos permite considerar conductas que no son observadas en este momento, pero tampoco suponer que están ocultas, solamente como posibilidad.
Tal como definió Catania (2013):
“Repertorio: el comportamiento que un organismo puede emitir, en el sentido de que existe en un nivel distinto de cero, ha sido moldeado o, si ha sido extinguido, puede reinstalarse rápidamente. No es necesario que el organismo emita el comportamiento para que este forme parte de su repertorio; por ejemplo, una rata que ha aprendido un laberinto tiene la conducta de recorrerlo en su repertorio, incluso cuando no se encuentra en el laberinto. En la medida en que algunas respuestas sean más probables que otras, un repertorio consiste en una jerarquía; los procedimientos operantes modifican las posiciones relativas de las respuestas dentro de esa jerarquía” (p. 461).
El autor nos recuerda que, por un lado, todo comportamiento aprendido pertenece al repertorio con independencia de que se exhiba o emita. Por otro lado, el repertorio consiste en una jerarquía de conductas ya aprendidas, por lo tanto, integradas en la historia de aprendizaje del organismo.
Uno de los problemas de esta conceptualización del repertorio conductual, entendido como la jerarquía probabilística de todas las conductas aprendidas posibles, es que no contempla aquellas conductas no-aprendidas posibles. ¿Recuerdan el ejemplo anterior de la lista de conductas posibles ante una puerta cerrada? Bueno, sigue así:
“La próxima vez que nos encontremos con una puerta que no abre [tiraremos] del picaporte para arriba. Si ninguna de las conductas que teníamos en nuestro repertorio funciona estaremos un poco desorientados, pero si todavía es importante entrar, empezaremos a probar otras conductas nuevas al azar. […] Si alguna [conducta nueva] funciona entra en nuestra lista de conductas” (Boggiano y Gagliesi, 2018, p. 233. Énfasis propio).
Otro problema que representa el repertorio conductual, al solo capturar las conductas aprendidas, cae en suponer que éstas son claras y distintas. A saber, un listado identificado de múltiples conductas que encima se diferencian entre ellas por identidad y probabilidad, existen conductas arriba de la lista y otras que pertenecen abajo. Concebir el repertorio conductual como una lista clara y jerárquica de conductas aprendidas corre el riesgo de esencializar lo que puede un organismo, sus capacidades.
A partir de contemplar la virtualidad, el repertorio conductual sigue siendo un espacio de posibilidades, aunque sin excluir las conductas no-aprendidas y posibles. Esto también involucraría reconocer que todo listado de conductas posibles está más cercano al dominio del lenguaje que a la ontología.
Teoría de Marcos Relacionales
Para este apartado me gustaría que recordemos que el análisis de triple contingencia consiste en: un antecedente, la conducta, y el consecuente (junto con su contingencia, aumentar o disminuir la probabilidad de la conducta). Si no fuera que los nombres están explícitamente ligados a un orden temporal, sería fácil considerarlos como sustantivos que están relacionándose causalmente como, por ejemplo, una abeja interactuando con una flor o un circuito neuronal en el cerebro.
Sin embargo, existe cierta confusión al observar un marco relacional, ya que vemos que cierta verbalización se relaciona con otra y luego deriva en otra verbalización. Suponer que las conductas relaciones son sustantivos, como objetos actuales, hace que se caiga en un mentalismo. Así como también puede caer en que se trate como un circuito de palabras relacionadas parecido al modelo cognitivo. Por supuesto, la teoría de marcos relacionales (RFT, por sus siglas en inglés) no cae en estos errores, pero algunos de sus lectores sí. Cabe entonces preguntarnos ¿De qué manera una conducta actual se relaciona con una conducta posible? ¿De qué forma se exhibe una relación conducta-conducta? Acaso, ¿ambas conductas son actuales cuando se relacionan?
Para contestar estas preguntas es necesario revisar la propuesta de Barnes-Holmes, quien reemplaza la noción de marco por campo, un concepto interconductista:
“En nuestra opinión, los elementos individuales dentro de una red relacional dada no existen de forma independiente entre sí; más bien, se actualizan por su participación en un campo de interactuantes. […] El campo de interactuantes que se actualiza en el análisis de una ejecución específica del IRAP proporciona así la definición de un evento psicológico, y dicho evento psicológico es el campo: son una y la misma ‘cosa’. No hay una persona (ni un yo verbal) contenida dentro del campo; más bien, la persona es tratada como un campo en constante cambio o actualización de interactuantes verbales.” (Barnes-Holmes et al., 2021, p. 49. Énfasis propio)
La introducción de “campo” a la RFT es un muy buen comienzo para hablar sobre el espacio de posibilidades donde interactúan las conductas con ellas mismas (relación conducta-conducta) y variables ambientales (relación conducta-consecuencia). Pero, otra vez, ¿por qué se actualiza una conducta a partir de otra conducta?
Dentro de la RFT, cuando el individuo tiene contacto con un estímulo, digamos A, y luego con otro estímulo, llamémoslo B. Más adelante, se le indica a esa persona que A es más grande que B. Hasta acá se trata de relaciones conducta-consecuencia, en otras palabras, un aprendizaje por experiencia directa. Lo interesante de esta secuencia es que la persona luego aprende indirectamente que B es más chico que A, basándose en el aprendizaje directo anterior. Esto se conoce como una relación emergente vinculada con la simetría: simetría derivada. A partir de esta secuencia, les pregunto ¿podría ser coherente considerar las relacionales aprendidas de forma directa como restricciones que habilitan ciertas conductas verbales a que se actualicen e imposibilita otras a actualizarse?
Un ejemplo quizás ilustrativo para ver el aprendizaje relacional como una secuencia de o pre-actualización es cuando se introducen nuevos estímulos relacionados. En el ejemplo anterior, habíamos dicho que B es mayor a A, por consecuencia A es menor que B, ¿Qué ocurre ahora si se indica que A es mayor que C? Lo que pasa es que el individuo, de manera indirecta, aprende que C es menor que A y, por ende, si B es mayor que A, entonces C es menor a B. A partir de esta última relación derivada, conocida como transitividad, se actualiza otra relación: B es mayor a C. Recordemos que la transitividad es otro tipo de relación emergente a partir de aprendizajes directos, la transitividad se refiere a la relación entre estímulos que no estaban relacionados en un principio (Wilson et al., 2001).
Si a alguien le cuesta relacionar estímulos de referencia abstracta como las letras, les dejo este ejemplo un tanto más amigable:
Imagínense que se establece una equivalencia entre la persona que los crió (y parió) con la palabra “mamá”. Luego, alguien nos dice que mamá se llama “Marta”. Este nuevo dato organizaría la red relacional, ya que emerge una simetría entre “mamá” y la persona, otra simetría entre el nombre Marta y la palabra mamá, y finalmente una transitividad entre el nombre Marta y la persona en sí. Sin embargo, fíjense que ante la emergencia de la transitividad, emerge una nueva relación: una relación simétrica entre la persona y el nombre. Simetría que no estaba contemplada anteriormente.
Ante este ejemplo de restricciones dinámicas aplicado a la RFT, podría decirse que si bien las restricciones habilitan ciertas actualizaciones, estas actualizaciones, a su vez, pueden operar como nuevas restricciones que habilitan relaciones adicionales. Es decir, si no fuera por la relación derivada transitiva de C es menor a B, no se actualizaría su contraparte por simetría, B es mayor a C. En otras palabras, la actualización de una relación transitiva genera condiciones para que emerjan nuevas simetrías relacionales. Así, se configura un circuito de retroalimentación entre restricciones y nuevas actualizaciones.
Me parece interesante considerar las relaciones entre estímulos como restricciones que habilitan ciertas actualizaciones, y que encima estas actualizaciones pueden ser nuevas restricciones actualizadas (las relaciones transitivas), por ende habilitarían nuevas actualizaciones (las relaciones de simetría), y así sucesivamente. Esto puede ser útil, porque permite tener cierta cautela teniendo en cuenta la historia de aprendizaje de la persona, existe la posibilidad que estímulos totalmente inconexos pueden al final vincularse mutuamente, tal como ocurrió con la C y la B. Téngase en cuenta que en el primer ejemplo, hubo 1 aprendizaje directo y 1 indirecto, mientras que en el segundo ejemplo, hubo 2 aprendizajes directos y 4 indirectos. En otras palabras, podría decirse que el aprendizaje relacional es exponencial al aprendizaje contingente o directo (Hayes et al., 2001).
En resumen, invito a pensar no sólo las relaciones derivadas como actualizaciones a partir de lo aprendido directamente, sino que ciertas relaciones derivadas, al actualizarse, pueden actuar como restricciones que habilitan nuevas relaciones a actualizarse (pre-actualización). Además de que una vez que se identifica una secuencia actualizada, un marco relacional, ésta pasa a ser identificada, ya sea como un marco de comparación, deíctico, entre muchos más (contra-actualización).
Redes Causales Complejas
Si llegaste hasta acá, otra vez, muchas gracias.
Atractores dormidos
Para este apartado, me gustaría hacer foco en una terminología específica que utiliza Borsboom de vez en cuando: “dormant network” (Borsboom, 2017, p. 9), la cual define como una fase “disposicional, en que se describe lo que pasaría a partir de la activación sintomática, pero que no ocurre ahora en el momento” (ídem, p. 8).
Particularmente, me preocupa esta terminología porque es confusa, dormant puede ser traducido por varias palabras, entre ellas dormido o latente. Esto particularmente encuentro incoherente con la propuesta de Borsboom de abandonar la idea de que existen variables latentes (Borsboom et al., 2003). Sin embargo, una pista que nos indica el autor para superar esta contradicción es que se trata de una red disposicional, justamente una terminología modal, lo que significa que aquello podría ocurrir, pero no ocurre ahora mismo. En nuestros términos, se trata de una red aún no actualizada, por lo tanto virtual.
Como dije antes, si bien la palabra “latente” no siempre significa oculto, pero es inevitable ahora mismo suponer que significa otra cosa o creer que no haya confusiones al momento de leer esa palabra. Por esta razón, considero que es pertinente que el modelo de Borsboom se sostenga de una propuesta modal no-actualista, ya que suponer que una red está dormida significa que es actual, sólo que oculta en algún lugar. Esto podría caer sin querer en una tesis realista de lo latente.
Activación sintomática
Ante este concepto, Borsboom explica lo siguiente:
“La etiología de los trastornos mentales puede concebirse en términos de un proceso de activación propagada en una red de síntomas. Si surge un síntoma (lo cual puede ocurrir por diferentes razones dependiendo de la persona, el tiempo y el contexto), esto influirá en la probabilidad de que también surja un síntoma conectado. Así, conjuntos acoplados de síntomas, que están próximos en la estructura de la red, tenderán a sincronizarse” (2017, p. 7).
Más abajo se hará más explícita la relación con la propuesta de virtualidad a partir de pensar el patrón comportamental. Pero, en pocas palabras, la activación sintomática es factible de ser pensada desde las restricciones dinámicas. A saber, la actualización de un síntoma posibilita la actualización de otro síntoma que, a su vez, habilita otro síntoma, y así sucesivamente.
Hablar de activación es, por supuesto, un vocabulario a partir de la práctica constante con simulaciones y modelos computacionales. No sería la primera vez esta confusión. Sin embargo, si uno desea naturalizar (o que el vocabulario esté más relacionado a la práctica cotidiana no mediada por computadoras), se debe utilizar cierta semántica que esté más relacionada con lo óntico. Por esta razón, invito a que si llegan a leer sobre activación sintomática, lo lean en términos de actualización de síntomas, entendiendo que ante la actualización de un síntoma aparece otro síntoma.
En pocas palabras, la activación —mejor dicho, actualización— de ciertos síntomas habilita la actualización de otros síntomas y así sucesivamente (pre-actualización). Una vez acoplados, estos constituirían un patrón estable reconocible y diferenciado de otros patrones (contra-actualización).
Atractores con nombre
Otra problemática que encuentro a veces en la propuesta de Borsboom es que utiliza con frecuencia la existencia de “un estado ‘no deprimido’ y un estado ‘deprimido’.” (Cramer, 2016, p. 2) o que existen dos estados posibles “saludable y no-saludable” (Kossakowski, 2020, p. 4). Esta manera de etiquetar a los estados, o los atractores, puede caer en un esencialismo si no identificamos correctamente a qué se refiere o por qué ocurre esto.
Redes Causales Complejas (RCC) se basa en una colección de datos en un largo periodo de tiempo, a partir de esos datos recolectados se hacen las redes donde se inferirá sobre el comportamiento del individuo. Es decir, el comportamiento no ocurre durante el análisis de redes, sino que el comportamiento se despliega y a medida que se actualizan ciertas secuencias, éstas son registradas para ser analizadas posteriormente.
En base a la terminología planteada en este artículo, podría decirse que no es del todo erróneo que los autores identifiquen que cierto estado o atractor se vincula, por ejemplo, con la depresión, ya que identifican cierta red con una identidad una vez que esa secuencia comportamental es estable (contra-actualización).
Es decir, si a partir de los datos recolectados se pudieron identificar que existen dos patrones comportamentales diferenciados, es plausible que los autores contemplen al sistema en un sentido binario (estado A, estado no-A). Sin embargo, no contempla la existencia de (1) otros estados patológicos posibles y (2) otros estados saludables posibles. Aunque, nuevamente, incluso si suponemos cuáles son esos estados patológicos (o saludables) posibles, ese listado de posibilidades caería más en el dominio del lenguaje que en el ontológico.
Lo relevante de contemplar la multiplicidad, lo heterogéneo que posibilita la virtualidad, es no suponer que la actualidad está limitada o restringida totalmente. A saber, es factible identificar dos grandes patrones comportamentales diferenciados, pero esto no significa que sean los únicos que vaya a exhibir el individuo. Aunque tampoco se sabrá cuál será ese otro estado al que se actualizará, cualquier suposición será bajo la imagen de una hipótesis a confirmar.
Dentro de la literatura de sistemas complejos, se reconoce que cuando un sistema exhibe histéresis (confirmado empíricamente en psicología gracias a Cramer et al., 2016) el espacio de posibilidades del sistema es plausible de poseer múltiples estados posibles, en lugar de solamente dos.
Como señala Petraitis:
“Demostrar que un sistema exhibe histéresis es una buena evidencia de la presencia de múltiples estados estables, el inverso no necesariamente es cierto. La ausencia de histéresis no descarta la posibilidad de múltiples estados estables” (2013, p. 150).
Aunque una red exhiba dos patrones diferenciados, esto no agota el espacio de posibilidades del sistema: la virtualidad implica que siempre podrían emerger nuevas configuraciones aún no actualizadas. Entonces, si el individuo posee múltiples estados posibles, ¿Es relevante identificar cuáles son esos múltiples estados? Por supuesto que no.
Lo que sí es relevante, sabiendo que existe una multiplicidad de estados, es la intervención sobre las restricciones que habilitan las posibilidades en esta actualidad y enfocarse en que se actualicen nuevas restricciones para así actualizar nuevas posibilidades.
El objetivo del psicólogo consistiría en intervenir sobre las variables actuales que controlan el comportamiento del consultante, para así favorecer la actualización de un nuevo estado del sistema. Estas restricciones pueden ser tanto las variables ambientales (de Boer et al., 2021) como las conductas problemáticas aprendidas por el consultante, así también aquellas conductas no-aprendidas que podrían beneficiar al consultante interactuando con su ambiente (Boggiano y Gagliesi, 2018).
Patrón comportamental como sistema dinámico
A lo largo de este proyecto se construyó ladrillo-a-ladrillo qué significa una red sintomática en términos de la terapia contemporánea que no utiliza el concepto de síntoma. Esto tuvo como consecuencia suponer que la red sintomática del modelo de Borsboom (2017) se trata de un patrón comportamental. O sea, identificar que toda red sintomática está constituida por conductas y consecuencias de esas conductas. Suponiendo así que no se trata de una lista homogénea de eventos, sino una dinámica funcional entre las conductas y sus efectos sobre el ambiente (y el mismo organismo en sí).
A lo largo del proyecto, hemos asumido que, al igual que los síntomas, las conductas se relacionan causalmente entre sí y de forma recíproca (Véase este artículo). Del mismo modo que los síntomas se consideran agentes causales autónomos (O’Driscoll et al., 2022) dentro de una red, las conductas también lo son. Así como una red sintomática exhibe una propiedad auto-organizante, lo mismo puede decirse de los patrones comportamentales (Véase este artículo). Finalmente, también se amplió el concepto de proceso —entendido como una secuencia— para incluir no solo las relaciones entre conductas, sino también las relaciones entre sus consecuencias ambientales (Véase este artículo).
Sin embargo, hay una comparación constante que hace el equipo de Borsboom que a mí me hace ruido: ¿el patrón comportamental es igual a una parvada? A primera vista, uno podría afirmar que sí, ambos son un sistema complejo y emergente. Pero, ¿todas las conductas son igual de actuales como los pájaros que vuelan en conjunto? La respuesta es que no, las conductas no son todas actuales al mismo tiempo como sí ocurre con los pájaros que constituyen una parvada.
En el artículo anterior, se había establecido que el análisis de red, en el caso de sólo incluir conductas, podría ser homologado al concepto de repertorio conductual. Pero ahora con lo argumentado en este artículo podría decir que (1) el repertorio incluye también conductas no-aprendidas posibles y (2) el análisis de lo posible como real deriva de las restricciones.
Por un lado, con el ejemplo de la RFT se había propuesto que ciertas conductas pueden operar como restricciones y, por otro lado, se mencionó que las variables ambientales son restricciones que determinan las conductas del individuo. Estas dos consideraciones teóricas podrían sernos de ayuda para comprender por qué un patrón comportamental es un sistema complejo, aunque no de igual manera que lo es una parvada. Por supuesto, no es novedad en el conductismo suponer que la interacción entre el organismo y el ambiente físico es un sistema abierto en bucle (Baum, 2018).
Primero que nada, es importante tener en cuenta que en caso de reducir el análisis de redes de Borsboom a la interacción entre conductas, podría tener problemas al diferenciarse de un estudio del espacio de posibilidades conductuales (analizar qué conductas posibles hay) y, además, puede llegar a ser confundido con una propuesta mentalista, ignorando así la relación con el ambiente. En caso de ser el análisis de conductas posibles, este no sería un sistema dinámico per sé, ya que no habría como tal interacciones causales, capacidades que emergen ni mucho menos una propiedad auto-organizante.
La segunda cuestión, a partir de lo anterior, un sistema complejo puede ser entendido como un conjunto compuesto de elementos, ya sea heterogéneos u homogéneos, que interactúan causalmente. Dada esta interacción causal recíproca, emerge una propiedad auto-organizante, esto le permite al sistema estabilizarse y dada su estabilización posee una identidad diferenciada de otros sistemas. Los elementos que componen al conjunto no son reductibles a la totalidad y, al mismo tiempo, la composición no es reductible a sus elementos. Además, los elementos constituyentes pueden separarse, unirse a otros conjuntos y, por ende, desaparece el conjunto al que pertenecían inicialmente. Esto DeLanda (2021) llama ensamblajes.
Ahora bien, dicho todo esto, ¿De qué manera se diferencia un patrón comportamental concebido como ensamblaje de aquel que forma una parvada, si en este último sus componentes son siempre actuales, mientras que en el primero pueden incluir elementos virtuales aún no actualizados? Una vez más la respuesta está en el papel de las restricciones dinámicas.
Veamos esta relación entre conductas (o eventos privados): “estado de ánimo deprimido → insomnio → fatiga → irritabilidad → preocupación crónica” (Cramer y Borsboom, 2015, p. 9). A partir de una tristeza prolongada en el tiempo, se habilita la posibilidad de que la persona le cueste reconciliar el sueño, y debido a no poder dormir se siente cansado al día siguiente. El hecho de no haber dormido bien lo pone irritable durante el día, preocupándose cada momento. Si notamos con cuidado toda la secuencia, no todas las conductas o sus consecuencias eran al mismo tiempo actuales, se fueron actualizando a medida que iban apareciendo una detrás de otra. Una restricción dinámica, o en términos delandiano-deleuzianos: relaciones de pre-actualización. Una restricción habilita posibilidades, y estas posibilidades al actualizarse pueden ser restricciones que habiliten nuevas posibilidades no contempladas anteriormente.
Lo mismo podríamos observar en la relación conducta-ambiente: Llegar tarde seguido al laburo → llamados de atención del jefe → te sacan responsabilidades → te bajan el sueldo → buscas otro trabajo para llegar a fin de mes. Nuevamente, la instancia de buscar otro laburo para llegar a fin de mes no es igual de actual que llegar tarde al trabajo, pero sí se trata de una continuación de elementos actualizándose.
Una secuencia, un poco más clínica, podría ser: escuchar a tus padres discutir → sentimiento de culpa → aumento de intensidad emocional → desregulación emocional → cortes en los brazos → calma → ver los cortes hechos → sentimiento de culpa. Restricciones que habilitan nuevas restricciones: el primer sentimiento de culpa es distinto al segundo, el primero es por la discusión familiar y el segundo por los cortes en el brazo debido a la desregulación emocional que sintió tras escuchar a sus padres pelear.
De esta manera, podría decirse que el patrón comportamental es un sistema complejo como una parvada, el último como un ensamblaje cuyos elementos siempre son actuales, mientras que un patrón comportamental es un ensamblaje compuesto de elementos actuales y virtuales.
En resumen, Redes Causales Complejas (RCC) podría beneficiarse apoyándose en una metafísica modal no-actualista, ya que contemplaría qué significa que una red esté dormida o “latente” y qué quiere decir que se identifique un atractor o estado como, por ejemplo, depresivo. Toda activación sintomática es una secuencia identificada que fue actualizándose (etapa de pre-actualización) hasta que se estabilizó a partir de un bucle de retroalimentación (etapa de contra-actualización). Al mismo tiempo, toda suposición de futuras actualizaciones sólo se confirma a través de la intervención de las restricciones actuales: intervenir el presente es producir nuevas posibilidades.
Conclusión
Proponer una metafísica modal a la psicología contemporánea no es una tarea fácil, no creo que lo haya logrado en este artículo tan informal. Sin embargo, sí considero que puede ser una forma de introducir esta cuestión sobre la mesa, nuevos diálogos en nuestra disciplina que quizás no estamos teniendo debido a desconocer propuestas contemporáneas y qué podrían ofrecernos en nuestra construcción teórica.
Comprometerse con la existencia de variables latentes, tal como se las entiende en la teoría y en la práctica, me parece una tesis totalmente actualista. No supone que dichas variables no sean posibles, sino que influyen con total actualidad sobre lo observable. Siendo así una teoría no enfocada en el modo de posibilidad, sino en el modo de accesibilidad. Estas pueden ser cercanas al psicoanálisis, la teoría cognitivista de Aaron Beck o al modelo médico.
En cambio, el conductismo, a mi juicio, está obligado a optar por una postura no-actualista. No sólo por su reiterado uso de la probabilidad como característica ontológica, por tanto real, de la conducta, sino que también por su insistencia en jamás considerar variables teóricas como explicaciones suficientes ante lo que se observa. A lo largo de su historia, el conductismo ha preferido hablar sobre variables intervinientes más que variables teóricas o latentes.
Por último, el espacio de posibilidades se presenta en conceptos como el marco relacional, el repertorio conductual y la red de síntomas. Todos aluden a patrones de conducta de distinta escala o nivel de complejidad, pero comparten una lógica común: la actualización progresiva de virtualidades hasta consolidarse como secuencias estables mediante retroalimentación. Desde esta perspectiva, el análisis modal debe centrarse en intervenir sobre las restricciones actuales que limitan ciertas posibilidades, con el objetivo de habilitar nuevas actualizaciones. A su vez, cada actualización puede generar nuevas posibilidades no contempladas previamente, ampliando así el espacio virtual. Al identificar estas secuencias actualizadas, es posible diferenciarlas —distinguir redes relacionales entre sí, discriminar conductas dentro del repertorio o reconocer configuraciones sintomáticas disposicionales— sin caer en un esencialismo.
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[1] “De hecho, los métodos combinatorios de Furka no son experimentales ni se basan en actualidades;
por el contrario, son accesibles a priori […] lo cual es completamente compatible con la referencia a posibilidades puras.” (Gilead, 2020, p. 123).
[2] “La posibilidad de combinar un gas noble con otro elemento no fue inventada por Bartlett; había estado ‘siempre’ allí, ‘esperando’ a ser descubierta. Bartlett descubrió que:
[L]a energía necesaria para remover un electrón de la molécula de oxígeno era aproximadamente la misma que la requerida para remover un electrón de un átomo de xenón. Esta energía se denomina potencial de ionización… A partir de la similitud entre los potenciales de ionización del oxígeno molecular y del xenón, fue un pequeño paso llegar a la idea de que, si lograba combinar O₂ con PtF₆, entonces también debería ser posible hacerlo con Xe y PtF₆. En teoría, esto funcionaba perfectamente; la cuestión ahora era si podía realizar el experimento. (Hargittai 2011a, p. 227)” (Gilead, 2020, p. 127).
[3] Él en ese paper (Filomeno et al., 2024) reemplaza la terminología elaborada en su tesis de “restricciones dinámicas” por “restricciones habilitantes” y las restricciones simples pasan a llamarse “restricciones limitantes”. Esto, personalmente, me parece incoherente, dado que las restricciones cumple ambos roles, no son inseparables (Romero, 2021). Llamar a uno por un rol y al otro por su contrario me parece confuso, perdiendo así la dualidad en su función. Dicho de otra forma, si las restricciones cumplen un rol habilitante y limitante a la vez, no cabría entonces diferenciar dos tipos de restricciones bajo esas mismas nomenclaturas, de ahí que prefiero llamarlas restricciones simples y dinámicas. Aunque, bueno, esto es nada más una crítica semántica.